Mis huesos han vuelto a golpearse contra el suelo y apenas he notado la caída. No he sido consciente de la gravedad, ni del olor a cerveza que hay en la casa. Estaba pensando en eso del amor infinito, eterno, y las mentiras que lo rodean, ¿cómo va a existir algo que pueda ser eterno si estamos rodeados de cosas que terminan?
Las películas.
Los días.
Los turnos de trabajo.
Las comidas familiares.
La charla insoportable del cuñado.
Las misas de 12.
Los ensayos clínicos.
El efecto de las drogas.
Los besos.
El curso escolar.
La boda de tu mejor amigo.
El concierto de tu vida.
Las borracheras durante la universidad.
El viaje de novios.
Los Reyes Magos.
La agonía.
Los cuerpos.
Las estrellas lejanas.
Las historias de superhéroes.
Los caminos.
Todo tiene un principio y un final, hasta el saborear el alcohol de tu boca, hasta el quitarte la ropa y recorrerte con saliva.
Lo cierto es que hoy he acabado el día dándome de bruces contra el suelo, sintiendo el pavimento de cerámica del salón en el rostro, y sigo sin poder obtener respuesta, sin saber si realmente encontraré a alguien que me permita comprobar si todavía es posible tener algún amor infinito.
De verdad, infinito, amor.