Mes: May 2014

Y dices que me quieres

Y dices que me quieres,
Y me calmas.
Y dices que me quieres,
Y me rompes.
Y dices que me quieres,
Y hay tormentas de verano,
Y ríes desnuda,
Y lates despacio,
Y odias la distancia
Y te emborrachas de tristeza,
Y mi nombre se repite en tu cabeza,
Y gritas desesperada para que llegue la mañana.

Y dices que me quieres,
Y ya no hay vuelta atrás.

Circus Maximus.

Hay quien dice que la vida es tan sólo un circo, que nada es real, que todo es mentira, que simplemente somos espectadores a los que entretener, a los que manejar, a los que engañar con el ilusionista, embobar con las trapecistas y fascinar con el domador de fieras.

La vida es un circo, nos meten en una carpa, nos enseñan lo que quieren y nosotros sólo podemos aplaudir. Y en todo circo hay payasos para hacer reír, pero algunos dan pena.

Y de este circo el payaso soy yo.

Nieblas bajas.

Nieblas bajas y gritos entre las cuatro paredes de una habitación. Arañas mi espalda, me robas la voz, me besas la vida, me rompes el alma. Con el balcón abierto y tu voz dando un toque de color a una madrugada gris oscura, sin luces de farolas afuera. La cama tiembla, los gemidos retumban y el sudor empapa unas sábanas mojadas.

Vivimos entre pieles, en el cuerpo del otro, conjugando miradas y olvidando los verbos. Nos bebemos, nos follamos y volvemos a fumar un cigarro que nos da alas. Que nos deja continuar.

Ojalá algunas escenas fueran reales y no sólo fruto de mi imaginación.

Será que te echo de menos.

Báilame otro tango.

A veces la música es lo de menos, y el lugar, y el calor de Buenos Aires entrando por la ventana del hotel. Nada importa y todo te da igual. Todo porque tienes una mujer a tu lado que sigue caliente, sudorosa y cogiendo aire como puede, todo porque llevas una sonrisa impresa en la cara y no va a haber diablo que te la quite durante días. El sexo impulsivo, agotador, irrepetible, de dos desconocidos investigando sus cuerpos, adaptándose a lo nuevo, aprendiendo. Dos cuerpos causando fricción, creando una combustión espontánea, haciendo que la vida tenga sentido mientras todo dure.

Me levanté rascándome la barba para encender un cigarro y fumármelo en la ventana, y abajo las calles rugían, y abajo el cantineo argentino se dejaba querer. Un bandoneón tocaba una pieza de su mayor maestro, Piazzolla, y el humo se perdía en unas calles apenas exploradas por mí. Y ella se mecía en unas sábanas arrugadas, húmedas y demasiado usadas. La miré mientras el humo me nublaba la vista y los pulmones, la miré prestando atención a cada una de sus curvas, a cada parte de su cuerpo a la que ya había puesto mi firma. Di otra calada al cigarro y volví junto a ella, besé sus labios y acaricié su abdomen todavía tenso.

— Dime tu nombre al menos. —dijo ella, con su aire de chica adinerada y en busca de aventuras. Una joven que había decidido perderse entre unos brazos fuertes y más expertos.

— Primero báilame otro tango. —Apagué el cigarro en el cenicero de la mesita, la agarré por sus caderas, y dejé que nuestros cuerpos se perdieran de nuevo mientras afuera las calles vivían y el acordeón seguía cantando un lamento melancólico del que no podré olvidarme.

La noche me sabe a ti.

No sé por qué la noche me sabe a ti, a tus besos calientes, a tu pecho desnudo, a tus piernas abiertas y húmedas por mi culpa.

No sé por qué la noche me sabe a ti, a ciudad desgastada, a música negra, a gritos ahogados y mordiscos contra mi mano.

No sé por qué la noche me sabe a ti, a tinieblas, a labios rojos, a piernas de vértigo y abrigos de invierno.

No sé por qué la noche me sabe a ti, a risas ocultas, a llantos nerviosos, a lágrimas transparentes y a saliva que desciende.

No sé por qué la noche me sabe a ti, a caricias fugaces, a corazones heridos, a dolor que no acaba y tristeza en la mirada.

No sé por qué la noche me sabe a ti, a tirarnos en la cama, a respirar contra la almohada, a deshacer las sábanas y quejarnos por la mañana.

No sé por qué la noche me sabe a ti.
No sé por qué.
Pero me sabe.
A ti.