Se cierra una etapa y se abre otra.
Inevitablemente.
Porque el tiempo no se detiene, porque tu respiración es continua, porque Siberia no se ha movido del sitio, porque vas a seguir protestando ante la injusticia.
Tenemos que decir adiós y hola al mismo tiempo.
Tenemos que cerrar puertas y abrir ventanas, para que el viento se lleve todo lo malo.
Hemos sobrevivido de nuevo a las bombas, a las normas sin sentido, a las leyes que van en nuestra contra. Hemos ganado otra victoria silenciosa de puertas para adentro y ahora toca pelear ahí afuera. Los puños arriba, las piernas preparadas, el gancho de izquierdas, la sangre en la lona. Nadie dijo que el mañana fuera fácil, ni que la lluvia no fuera a calarnos hasta la médula ósea. Y es que desde un aula de instituto la vida nos engaña y se camufla de oportunidades que no vamos a tener.
Al final hay nada.
Sólo hay nada.
Silencio y vacío infinito; pero antes.
Antes somos luz y destellos de color.
Piratas buscando el tesoro en cualquier mapa que tenga una X.
Jazz de Nueva Orleans.
Inocencia perdida antes de tiempo.
Amor que se mantiene vivo.
Abrazos por las noches.
Se nos da bien enredarnos a besos y palabras que sólo tienen sentido para los dos. Disimular con los demás, que nadie sepa la verdad. Mantener la ilusión dentro de una bola de cristal que nos siga calentando el esternón cuando lo imposible se nos venga encima.
Es curioso que te pierdas en cualquier calle conocida pero que yo busque tu mano cuando no encuentro la salida, que seas mi guía, que seas el sol sobre el que no puedo evitar girar. Es curioso que digas que eres torpe pero que yo cierre los ojos sin miedo cuando me tienes en tu lengua, que arregles mis descosidos, que escribas en mi piel sin dudar.
Nadie va a quitarme la sed como tú.
Y es que somos peces koi que nadan hacia arriba, que van a contracorriente, luchando contra todo y todos, llegando hasta la cascada para convertirnos en dragones.
Y acabar siendo leyenda.