Espectadores.

Hoy me han tocado todas las teclas y yo sigo sin saber tocar el piano. Lo cierto es que vuelvo a casa descompuesto por las noticias y los pesares de otros, de gente de aquí y de allá, de conocidos y desconocidos; yo no sabía muy bien cómo sentirme y tampoco tenía mucha idea de qué debía decir o hacer.

Sólo pienso que estamos en un momento catastrófico a nivel social, cultural, en global. Es como si todo, poco a poco, y de manera irremediable se fuera al garete sin que seamos capaces de ponerle freno. Tenemos cada día los pulmones más grises y el alma empañada, el termómetro se dispara y se secan los ríos, las redes sociales son una espiral cada vez más tóxica y sin sentido.

Y la rueda sigue.

Nuestra vida no cambia en absoluto, aunque haya guerras más allá de las fronteras e incontables muertes que ya no nos pesan ni en la conciencia, ni en ninguna parte.

Para esto hemos quedado.

Para ser espectadores de la decadencia absoluta, para aplaudir de lejos a quienes nos dan la razón.

Menos mal que mientras el mundo se desvanece todavía puedo llegar a casa, darle al tocadiscos y dejar que gire algún vinilo, de músicos que no conozco,que compré en Head Sounds Records mientras paseaba por Brooklyn.

Deja un comentario