Mes: junio 2015

Sus ojos.

Los ojos.

Dicen que los ojos nunca mienten y yo he visto en su mirada todo lo que siempre quise encontrar.

Es como esas veces que te miras al espejo y estás tranquilo contigo mismo, es como esos días que abres la ventana y un viento tibio te da alegremente en la cara y te despierta. Paz, calma y una sensación de que nada malo puede pasar si sus pupilas se clavan sobre las tuyas.

En sus ojos he visto barcos arriando velas y mares chocando contra acantilados ásperos, en sus ojos he visto lluvia de mayo y canciones todavía por escribir. He visto otoños eternos e inviernos gélidos, veranos en los que tan sólo te puedes derretir y primaveras que siguen sin querer llegar hasta aquí.

En sus ojos he visto tantas cosas que ni siquiera soy capaz de enumerarlas todas porque para qué seguir escribiendo pudiendo sentir.

Génesis.

Siempre tiene que mirar el calendario para saber en qué día vive, siempre tiene que mirar quién duerme en su cama para recordar su nombre, siempre tiene que borrar una y otra vez las palabras que escribe, y también, tiene que rellenar sin parar el vaso de whisky con hielo que descansa junto a su bloc de notas. Se pasa ambas manos por la cabeza, arrastrando mechones de cabello a su paso, en un signo claro de desesperación. Resopla y acaba por tirar el bloc contra la pared.

― Joder. ― grita, y su voz quebrada suena en medio de la noche rompiendo el silencio tenso de una casa a oscuras en un barrio tranquilo de la ciudad.

La luz de una de las mesitas de noche se enciende y un ligero bostezo acompañado de pasos se acerca hasta él.

― ¿Qué pasa? ― Ella lleva una de sus camisetas de Juego de Tronos y verla así le sacaría una sonrisa de no ser porque está demasiado cabreado consigo mismo.

― Soy incapaz de escribir nada. ― dice con aire frustrado.

La chica se agacha para recoger la libreta y apenas le importa que se vea su ropa interior blanca mientras lo hace, sin picardía, sin segundas intenciones. Camina, arrastrando los pies de forma grácil sobre el suelo de madera y se deja caer a su lado, apoyando el bloc sobre sus piernas desnudas.

― Deja de machacarte así.

― Lo intento, pero no me gusta nada de lo que sale. Nada es suficiente, nada me sirve. Estoy frustrado, eso es todo. ― Se sincera, exhalando un sonoro suspiro.

― Prueba a empezar a otra vez. Cuando algo no funciona es la mejor opción. ― Es más joven que él, y aún así le supera en madurez, está convencido de que le supera en todos los aspectos.

Los ojos brillantes en medio de la penumbra le hacen sonreír, les hacen sonreír. Y es un simple abrazo el que le devuelve a la vida, y unas palabras vulgares las que le hacen recuperar el aliento, la esperanza. Y es un beso el que les acaba de desnudar una vez más esa noche.

Será culpa de la lluvia.

Será todo culpa de la puta lluvia, de la cerveza fría que reposa sobre la mesa dejando marca en la madera y de que se me ha acabado el tabaco por hoy. Lo cierto es que me da igual. No he podido sacarte de mi cabeza en toda la tarde y estoy harto, empiezo a estar harto de que tan sólo seas otro producto más de mi imaginación. ¿Tan mal lo he hecho, vida? ¿Tan mal como para merecer estar solo en tardes como esta? Quizá la única respuesta sea sí, probablemente la única respuesta sea sí. Qué sé yo, hace tiempo que me di cuenta de que en el fondo no sé nada, que soy otro más de los que aparentan.

He tenido que abrir la ventana para que entrara el ruido del agua golpeando las aceras y las hojas de los árboles, para que la imagen de tu cabello mojado me inundara los sentidos, para recordar aquellas gotas que resbalaban por tu cara al salir corriendo del mar y venir a buscarme. He tenido que mirar al cielo oscuro y dejar que los relámpagos fueran como puñales que me recuerdan el tiempo que llevo sin tropezarme con tus ojos claros.

Será culpa de la lluvia pero, sin duda, también es culpa mía.