Mes: noviembre 2014

Reflejo.

En el páramo desolado, alejado del resto de mundo, yace un viejo árbol del que cuelga un trozo de cuerda desgastado. Es el sitio elegido, el lugar al que acuden muchos a morir. Enlazarse la soga en torno al cuello y dejar de respirar, dejar que la gravedad y el tiempo de asfixia haga su efecto natural. Sin luchar, sin pretender sobrevivir, sabiendo que nadie acudirá para rescatarte. Sin tratar de huir ni de echar a correr en cualquier dirección.

Lo mejor de aquel viejo árbol es que cuando la cuerda gira, cuando el cuerpo empieza con los espasmos, ves tu reflejo, el triste reflejo que has visto cada mañana en el espejo. Observas la imagen de un cuerpo, que va a consumir su vida, en la superficie del río.

Y morir sabiendo, que lo has hecho mal, que debe ser así.

Islas.

Decidí ser isla en lugar de continente, rodearme de agua salada hecha con mis propias lágrimas, inventarme barreras naturales de rocas escarpadas y árboles de viejas raíces. Decidí ser isla a pesar de la soledad, del aislamiento, de que nadie pudiera escuchar y entender mi verdad. Decidí ser isla para disfrutar de los aromas que arrastra el viento aunque no haya café recién hecho cada día. Decidí ser isla para no tener que buscarme una cueva en la que esconderme.