Decidí ser isla en lugar de continente, rodearme de agua salada hecha con mis propias lágrimas, inventarme barreras naturales de rocas escarpadas y árboles de viejas raíces. Decidí ser isla a pesar de la soledad, del aislamiento, de que nadie pudiera escuchar y entender mi verdad. Decidí ser isla para disfrutar de los aromas que arrastra el viento aunque no haya café recién hecho cada día. Decidí ser isla para no tener que buscarme una cueva en la que esconderme.