Mes: mayo 2019

Vengo del futuro.

El mundo es un lugar hecho de enredos, nudos y entresijos; telarañas, jerseys de rayas, animales en peligro de extinción y ricos cada vez más ricos.

No entendemos nada de lo que sucede a nuestro alrededor, muchas veces tampoco queremos, o ni siquiera lo necesitamos para poder seguir andando con prisa, tropezando unos con otros sin mirarnos a la cara. Seguimos sin valorar los cinco minutos tumbados en el sofá después de comer, el poder tener un libro en nuestras manos, el saber que hay alguien escuchando nuestras palabras y que incluso le interesa cómo nos sentimos.

Si todo fuera más sencillo podríamos estar tumbados en la cama hasta la mitad de la mañana, y podríamos no preocuparnos por el dinero que nos queda en el banco a fin de mes.

Si todo fuera más sencillo podría contarle que sueño con ella a diario, y que a veces me despierto de golpe por temor a no volver a verla.

Si todo fuera más sencillo dejaría de callarme de una vez, me atrevería a contarlo todo, sería capaz de borrar las nubes negras, la inseguridad y la estupidez de mi cabeza.

Si todo fuera más sencillo podría despertar siempre a su lado, llenarla de besos, borrarle los miedos.

Pero vengo del futuro.

Y aunque ahora parezca lo contrario, todo acaba saliendo bien.

Sin trucos, sin trampas, sin daños.

Lo prometo.

Cero.

Empiezo de cero.

Ya sé que no me quieres.

Lo sé porque apenas me tocas, porque no eres capaz de aguantarme la mirada, porque te avergüenzas de caminar a mi lado.

Vuelven los días a pasarnos por encima, a dejarnos con las manos llenas de heridas y astillas en los huesos.

Vuelve la primavera a hacernos el mismo daño de siempre, que nos trae el amor con la brisa y  luego nos demuestra lo contrario.

Lo empapa todo la nostalgia a pesar del sol, de la temperatura y de la cerveza fría bajando por la garganta.

Ojalá pudiera deshacerme hoy como un muñeco relleno de arena al que le cortan la tela.

Ojalá dejarlo todo atrás sin que nada me pesara a las espaldas, llegar a otra ciudad, contar otra vida, inventarme un pasado repleto de aventuras increíbles, huidas suicidas e historias llenas de peleas de bar, cicatrices en la cara, whisky sin hielo y pólvora en los dedos.

Duele todo mucho.

Demasiado.

Y no me acostumbro a dejar de sentir para dejar paso a la funesta indiferencia.

Será que no puedo.

O que no sé.

Supongo que la única manera de afrontar ciertos momentos de la vida es olvidando, como mecanismo de protección, hacer como si no hubiera pasado nada, pintar de blanco y comenzar de nuevo.

Rasgar los viejos cuadros y los periódicos de antaño.

Soplar para quitar el polvo de las estanterías.

Abrir las ventanas, el corazón y los ojos.

Y esperar, llegará quien sepa darnos primaveras y abrazos sin que tengan que doler.