No sé por qué la noche me sabe a ti, a tus besos calientes, a tu pecho desnudo, a tus piernas abiertas y húmedas por mi culpa.
No sé por qué la noche me sabe a ti, a ciudad desgastada, a música negra, a gritos ahogados y mordiscos contra mi mano.
No sé por qué la noche me sabe a ti, a tinieblas, a labios rojos, a piernas de vértigo y abrigos de invierno.
No sé por qué la noche me sabe a ti, a risas ocultas, a llantos nerviosos, a lágrimas transparentes y a saliva que desciende.
No sé por qué la noche me sabe a ti, a caricias fugaces, a corazones heridos, a dolor que no acaba y tristeza en la mirada.
No sé por qué la noche me sabe a ti, a tirarnos en la cama, a respirar contra la almohada, a deshacer las sábanas y quejarnos por la mañana.
No sé por qué la noche me sabe a ti.
No sé por qué.
Pero me sabe.
A ti.