Somos mezcla de tantas cosas. Somos átomos, moléculas, células, ADN, nervios, músculos, huesos y neurotransmisores.
Proteínas, lípidos, agua y alcohol los sábados por la noche. Somos un compendio de épocas y de civilizaciones, de siglos, de continentes, y los hay estúpidos que alzan la mano en nombre de la pureza de la raza.
Somos sinfonías de Brahms, lieder de Mahler, nocturnos de Chopin y el Réquiem de Mozart. Somos art nouveau, expresionismo, claroscuro y realismo.
Los seres humanos creadores y destructores, el todo más vacío, la nada más llena.
Extraños y conocidos al mismo tiempo.
Como tú y yo.
Estamos llenos de luces y sombras que se abrazan entre sí, como nuestras lenguas cuando se encuentran en plena oscuridad. Estamos llenos de soledad y de vacío existencial, y tratamos de llenarlo de todas las formas posibles. No nos conformamos, siempre queremos más, aunque acabemos llenos de nudos que somos incapaces de deshacer, aunque acabemos llenos de espinas por querer alcanzar la mejor rosa.
Estamos llenos de egoísmo y entrega, de lágrimas, sudor y saliva.
Estamos llenos de odio y rabia.
Y podemos conseguirlo todo o quedarnos parados.
He estado acostumbrado tanto tiempo a esperar, a ocultar, a callar y bajar la vista. He estado acostumbrado a ser siempre el tonto de turno, el juguete, el imbécil al que tomar el pelo porque nunca se atreve a decir nada.
Quizá es que es la hora de dejar que suenen las fanfarrias y despertar la conciencia, dar un paso, abrir los brazos y morder el mundo por donde más le duele. Puede que nos toque remover conciencias y almas con nuestras palabras. Puede que tengamos el poder en nuestros dedos y en nuestras miradas, y estamos aquí sentados esperando a que otros decidan por nosotros, a que arreglen las cosas sin que nos movamos de la silla.
Estamos llenos de hipocresía y de desgracias, pero no podemos quedarnos quietos. Somos ladrillos de un muro que tirar abajo, somos Berlín, San Petersburgo y las ruinas de Angkor Wat.
Somos víctimas, verdugos y dictadores.
Somos sentimientos sin control, sin aduanas. Somos carne que no entiende de fronteras ni de límites. Somos besos que se perderán en el tiempo. Somos noches de ojos abiertos y días de abrazos largos.
Nos dan igual los villanos de Oriente y de Occidente, las multinacionales sin escrúpulos y las banderas que cuelgan de los balcones.
El mundo gira, las brújulas siguen marcando el norte, las mareas no dejan de subir y nuestros cuerpos hablan alto y claro.
Y yo estoy lleno de demonios a los que vencer, pero también estoy lleno de demonios a los que dejar ganar; y por eso sé que voy a luchar por ti, pero nunca en contra tuya.