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El puente de los perros suicidas.

Todos tenemos un punto débil que los demás no entienden.

Todos tenemos ese resquicio por el que puedes penetrar en una realidad paralela donde todo es diferente.

Todos tenemos ese imán que nos llama por nuestro nombre de vez en cuando y nos deshace los nervios y los tobillos.

Todos tenemos ese puente que nos atrae como si fuéramos perros suicidas, y nos obliga a saltar una y otra vez; y nos mata más de las siete vidas que tiene un gato.

Yo me obligo a no pensarte pero no puedo evitar deshacer la cama si estás conmigo y querer quedarme encerrado en la habitación mientras el resto de almas en pena vagan por el mundo a sus anchas.

El viento en las calles sigue trayéndote hacia mí, me acerca los ecos de tu voz y el leve aroma que deja la colonia sobre tu tibia piel. Y sigues siendo el silencio, la paz, la calma, en medio de tanto ruido ensordecedor; como tener el móvil apagado en pleno siglo XXI.

Estoy tan acostumbrado a perderme a mí mismo y tan poco a perderte a ti.

Inexplicablemente seguimos viviendo al límite, llevándonos al extremo, jugando contra nosotros mismos.

Y aquí estamos, después de todo, a pesar de todo.

Por algo será.

Cerveza fría.

Miras hacia abajo y sientes vértigo, a mí me pasa lo mismo cuando miro hacia atrás o cuando miro hacia adelante sin distinguir tu silueta entre la multitud.

Hoy me duele la garganta de gritar tu nombre al vacío.

Sé desde el primer día que no eres como los demás, que te pasa como a La mujer de verde en la tercera estrofa de la canción.

Yo sé desde que decidiste abrirme tu puerta que sólo buscas libertad y poder volar sin que nadie intente atraparte, no tener que dar explicaciones, ni preocuparte demasiado por nada que no te importe de verdad.

Escucho todavía el eco de tu voz dándome esperanzas, haciendo que mi pulso se mantenga rítmico, aunque débil entre la lucha y el abandono.

Tengo clavados a estas alturas tus ojos observándome en la penumbra, mientras estabas recubierta de miedos e inseguridades incendiarias que no he sabido apagar, que quizá sólo he alimentado por no saber hacer las cosas bien.

Lo que no sé es cómo evitar esto de estar convirtiéndome en una sombra de lo que era o he llegado a ser alguna vez, de qué manera puedo evitar la debacle de este amor en el que no tengo la decisión final.

Me siento como un artesano sin manos, sin herramientas, sin armas; y hasta sin lo que creía que no perdería nunca por ti, las ganas. Porque creo que he demostrado, dicho y hecho todo lo que podía.

Ya no guardo ningún truco bajo la manga, has visto mi realidad sin máscaras.

Hay cerveza fría esperándote en mi nevera y tengo café para hacer por la mañana.

Siempre, por si quieres venir.

En mitad del sombrío invierno.

Nos creemos los héroes cuando quizá no seamos más que los villanos.

Yo sólo sé que soy como un soldado que en plena guerra tiene el brazo roto y no puede sujetar el fusil, y por eso ya no sirve para nada, por eso me mandan a las trincheras y de vuelta a casa en mitad del sombrío invierno (in the bleak midwinter*). Soy a ese al que mandaron en primer lugar a dar la cara, a recibir las balas, los golpes y a llenarse de barro las botas porque mi pérdida no supone nada, porque no soy tan valioso, porque sólo sirvo para sentirme halagado con lo que me toque por fortuna.

Me siento ya en retirada, caminando silencioso entre la bruma y el humo de tabaco, deseando que la lluvia deje de calarme las entrañas para llegar a casa y que alguien, que probablemente no lleve tu nombre, me cure las heridas y me cuide el corazón.

Sabemos que el mundo va a consumirse a sí mismo, que nosotros estamos ayudando a que todo se desintegre más rápido de lo que debía hacerlo. Pero imagina, imagina por un instante que existe una cuenta atrás, imagina que hay un plazo, que tenemos una fecha exacta en la que todo se destruirá.

Imagina que eso va a suceder en cinco años, que entonces el mundo ya no será mundo y tú no serás tú, y tus manos no serán manos. Y todo se habrá acabado, de un instante a otro, todo desaparece y no hay conciencia, ni cultura, ni ricos, ni pobres, ni historia, ni facturas, ni peleas, tampoco miradas cómplices, ni caricias, ni la tristeza de un domingo por la tarde.

Imagina que el mundo tiene fecha de caducidad y que tú tienes un temporizador marcando una cuenta atrás que llegará a cero y lo destruirá todo. Piensa bien a quién querrías dar el último abrazo, el último beso, a quién hablarías por última vez, qué canción escucharías antes de ser parte de alguna estrella, qué comerías la última noche, qué dirías para despedirte.

De verdad, para un segundo.

Un minuto.

Dos.

Tres.

Los que sean necesarios para que pienses un poco.

Mira a tu alrededor, mira tus manos, tus pies, tu cara en el espejo del pasillo.

Mira tus libros en las estanterías, las últimas conversaciones en tu teléfono.

Mira tu vida y piensa si estás haciendo con ella lo que realmente quieres.

Y si la respuesta es no.

Si la respuesta es no, cámbiala porque quizá el mundo no acabe tan pronto, pero el tiempo pasa rápido, y entonces respirar no te habrá servido para otra cosa que para doler, y estoy convencido de que no hemos venido al mundo para eso.

Si la respuesta es no: sal de casa, búscale, llama a su puerta para quedarte, y aprovecha el tiempo hasta la muerte o hasta el fin del mundo, lo que llegue antes.

*In the Bleak Midwinter, es un poema de la poetisa inglesa Christina Rossetti. Fue una frase popular entre los soldados de la Primera Guerra Mundial. Aparece en varios capítulos de la serie de la BBC Peaky Blinders.

Loco.

Querer a alguien nunca había sido tan fácil para mí.

Lo complicado es todo lo demás.

La gente me llama loco por seguir aquí, sobre el nivel del agua, aunque me llegue al cuello. La gente me llama loco por no haberme rendido todavía pero es que no sé hacerlo, no puedo cuando sé de sobra que algo vale la pena.

Y claro que soy un loco porque lo contrario es ser aburrido, y lo cierto es que me dan igual cien camisas de fuerza y las pastillas para dormir y dejarme sin conciencia. Sé que aunque me encerraran en una habitación sin ventanas seguiría recordando tu nombre cuando me dejaran ver la luz del sol. Sé que recordaría tus ojos en cualquier habitación, atado a la cama, llorando en silencio.

Claro que soy un loco porque creo en el amor, y en ti, y en que algunos días las nubes se van y el sol sólo brilla por nosotros.

Creo que la cordura mata al mundo, la cordura mata las emociones, la cordura acaba matando lo extraordinario que hay dentro de nosotros. Y es eso mismo, nuestra parte rara y diferente lo que nos hace únicos, lo que nos hace especiales, lo que hace que se nos iluminen los ojos cuando hablamos de una canción, un recuerdo, un libro que nos gusta o recitamos un poema que sabemos de memoria. Es esa locura la que nos hace estar vivos y respirar con ganas, reír con una explosión de alegría, compartir lo único que realmente podemos compartir, que es la vida.

Podéis seguir siendo muñecos de ojos apagados, marionetas que se dejan llevar por lo que dicen los periódicos y los iluminados de turno.

Podéis apagar vuestras conciencias viendo la telebasura y leyendo los best-sellers de los anuncios de televisión.

Podéis dejaros controlar por la tecnología y el qué dirán, y toda esta sociedad intoxicada que nos rodea en cada momento.

Yo prefiero seguir intentando salirme del círculo, enamorarme más de ti cada día, saber apreciar la lluvia que vendrá en otoño, el olor a tostadas quemándose otra mañana más.

Prefiero seguir siendo un loco.

Mal presentimiento.

Dolor de cabeza, mal presentimiento.

Suena el despertador, miras al techo todavía con cierta niebla entre los párpados, tienes el cerebro sumido en un vaivén que no te abandona hasta que pasan unos minutos. Y te aparecen todos los miedos, se te plantan delante, y te obligas a apretarte contra el colchón tratando de esconderte de ellos. Poner un pie en tierra cada día tiene consecuencias, a veces los demonios te visitan a plena luz del día y oyes sus carcajadas en tus tímpanos, y cuando eso pasa se me eriza la piel y tengo que cerrar los ojos, respirar hondo, mirar hacia otro lado, dejar de pensarte.

Me ha vuelto a suceder, al salir a la calle parece que veo en todas partes tu nombre y que me atormenta tu recuerdo, el de tus piernas rodeando mi cintura, el del viento en nuestra piel, el de la lluvia mojándome las entrañas a tu lado. Estoy seguro de que hay avenidas que todavía se acuerdan de nuestras manos entrelazadas y de los besos que me dabas de puntillas, de cómo te esperaba junto a la estación, de cómo nos daban igual el ruido y los vecinos.

Pienso que lanzamos monedas al aire y que nunca las vemos caer, que hablamos sin entendernos, que nos atrapan tantas gilipolleces que ya no vemos lo importante.

Todavía no ha llegado la luna a lo más alto y ya estoy completamente agotado. Las farolas parpadean de nuevo, me visitan los fantasmas y caminan conmigo. Me dicen, sin morderse la lengua, que no me asuste al mismo tiempo que me susurran que no necesitarás mi abrigo ni mis manos en tu pelo. Sólo puedo pensar en que no sabía que sería incapaz de alejarme de ti, que me voy a pasar la vida tras las manillas de un reloj esperando a que aparezcas, que soy demasiado joven para haber cometido tantos pecados y tener que pagarlos de golpe.

Siempre acabo subido a los tejados lamentado las heridas, contando las secuelas que me has dejado en el corazón, las brechas con las que me has llenado el espíritu. Me he quedado destrozado con tanta indecisión, con este nosotros que no tiene fácil solución.

Dolor de cabeza, mal presentimiento.

Y es que hay días que es mejor no abrir los ojos ni levantarse de la cama, ni pensar más de la cuenta.

Víctimas, verdugos y dictadores.

Somos mezcla de tantas cosas. Somos átomos, moléculas, células, ADN, nervios, músculos, huesos y neurotransmisores.

Proteínas, lípidos, agua y alcohol los sábados por la noche. Somos un compendio de épocas y de civilizaciones, de siglos, de continentes, y los hay estúpidos que alzan la mano en nombre de la pureza de la raza.

Somos sinfonías de Brahms, lieder de Mahler, nocturnos de Chopin y el Réquiem de Mozart. Somos art nouveau, expresionismo, claroscuro y realismo.

Los seres humanos creadores y destructores, el todo más vacío, la nada más llena.

Extraños y conocidos al mismo tiempo.

Como tú y yo.

Estamos llenos de luces y sombras que se abrazan entre sí, como nuestras lenguas cuando se encuentran en plena oscuridad. Estamos llenos de soledad y de vacío existencial, y tratamos de llenarlo de todas las formas posibles. No nos conformamos, siempre queremos más, aunque acabemos llenos de nudos que somos incapaces de deshacer, aunque acabemos llenos de espinas por querer alcanzar la mejor rosa.

Estamos llenos de egoísmo y entrega, de lágrimas, sudor y saliva.

Estamos llenos de odio y rabia.

Y podemos conseguirlo todo o quedarnos parados.

He estado acostumbrado tanto tiempo a esperar, a ocultar, a callar y bajar la vista. He estado acostumbrado a ser siempre el tonto de turno, el juguete, el imbécil al que tomar el pelo porque nunca se atreve a decir nada.

Quizá es que es la hora de dejar que suenen las fanfarrias y despertar la conciencia, dar un paso, abrir los brazos y morder el mundo por donde más le duele. Puede que nos toque remover conciencias y almas con nuestras palabras. Puede que tengamos el poder en nuestros dedos y en nuestras miradas, y estamos aquí sentados esperando a que otros decidan por nosotros, a que arreglen las cosas sin que nos movamos de la silla.

Estamos llenos de hipocresía y de desgracias, pero no podemos quedarnos quietos. Somos ladrillos de un muro que tirar abajo, somos Berlín, San Petersburgo y las ruinas de Angkor Wat.

Somos víctimas, verdugos y dictadores.

Somos sentimientos sin control, sin aduanas. Somos carne que no entiende de fronteras ni de límites. Somos besos que se perderán en el tiempo. Somos noches de ojos abiertos y días de abrazos largos.

Nos dan igual los villanos de Oriente y de Occidente, las multinacionales sin escrúpulos  y las banderas que cuelgan de los balcones.

El mundo gira, las brújulas siguen marcando el norte, las mareas no dejan de subir y nuestros cuerpos hablan alto y claro.

Y yo estoy lleno de demonios a los que vencer, pero también estoy lleno de demonios a los que dejar ganar; y por eso sé que voy a luchar por ti, pero nunca en contra tuya.