Etiqueta: volar

Cerveza fría.

Miras hacia abajo y sientes vértigo, a mí me pasa lo mismo cuando miro hacia atrás o cuando miro hacia adelante sin distinguir tu silueta entre la multitud.

Hoy me duele la garganta de gritar tu nombre al vacío.

Sé desde el primer día que no eres como los demás, que te pasa como a La mujer de verde en la tercera estrofa de la canción.

Yo sé desde que decidiste abrirme tu puerta que sólo buscas libertad y poder volar sin que nadie intente atraparte, no tener que dar explicaciones, ni preocuparte demasiado por nada que no te importe de verdad.

Escucho todavía el eco de tu voz dándome esperanzas, haciendo que mi pulso se mantenga rítmico, aunque débil entre la lucha y el abandono.

Tengo clavados a estas alturas tus ojos observándome en la penumbra, mientras estabas recubierta de miedos e inseguridades incendiarias que no he sabido apagar, que quizá sólo he alimentado por no saber hacer las cosas bien.

Lo que no sé es cómo evitar esto de estar convirtiéndome en una sombra de lo que era o he llegado a ser alguna vez, de qué manera puedo evitar la debacle de este amor en el que no tengo la decisión final.

Me siento como un artesano sin manos, sin herramientas, sin armas; y hasta sin lo que creía que no perdería nunca por ti, las ganas. Porque creo que he demostrado, dicho y hecho todo lo que podía.

Ya no guardo ningún truco bajo la manga, has visto mi realidad sin máscaras.

Hay cerveza fría esperándote en mi nevera y tengo café para hacer por la mañana.

Siempre, por si quieres venir.

El vuelo de tu falda.

Te he escrito cartas desde el infierno que aún no has abierto y estamos caminando sobre los senderos más peligrosos. Vamos otra vez al filo, jugando con lo imposible. Tendremos suerte si podemos contarlo.

Sigo atrapado, sigo siendo un cuervo al que han disparado un par de flechas, sigo con medio cuerpo en el abismo.

Joder, es que yo no sabía que todo iba a ser tan difícil.

Hemos visto entrar en erupción a todos los volcanes, y sentido bajo nuestros pies mil movimientos de tierra con sus mil y una réplicas. Hemos sufrido las inundaciones en los ojos y huracanes en el pecho.

Y todavía no sé cómo hemos logrado mantenernos en pie.

Será que en el fondo nos soportamos más de lo que creemos, y bailamos al mismo tiempo las mismas canciones. O quizá es que dibujamos los mismos círculos y los pintamos sin salirnos de la raya. O puede que en el fondo sea que nos estamos riendo juntos de la vida, y que ahora le estamos sacando toda la burla que ella nos ha sacado antes.

Te he escuchado en pleno silencio.

Hemos hecho jarrones de barro con nuestros cuerpos.

Te he besado en medio de la nada.

He sentido agujeros negros en el pecho con tu ausencia.

He hundido sin ti las manos en la nieve.

Has aparecido en las canciones de otros.

He visto el Louvre pensando en lo que verían tus ojos.

Hemos compartido amaneceres con las persianas bajadas.

Nos hemos sorprendido sin querer.

Y todo es distinto.

Y ya nada será igual.

Pero es que vivir es un torbellino incontrolable de sucesos, sentimientos y pensamientos. Y no podemos hacer nada porque se nos rompen todos los planes, el orden, los días.

Y es cuando te das cuenta de que todo es frágil.

Y también fuerte, ya sabes.

Todo es raro hoy en día, sobre todo nosotros.

No sabía que iba a enamorarme sin haberte desnudado la mente y el cuerpo. Tampoco había pensado que todo lo malo iba a darme exactamente igual, ni que iban a gustarme más tus defectos que tus virtudes.

Me enseñaste a volar sin darte cuenta, sin tener la más remota idea, y ahora sólo quiero que veas el mundo desde aquí arriba conmigo, donde se respira mejor, donde se soporta cualquier tipo de dolor, donde podemos tener razón sin pelear.

Ahora ya sé que no me has hecho un muñeco vudú, que no había compasión en tu mirada, que para ti no era sólo una diana sobre la que acertar todos los dardos, que no tenías ninguna daga para clavarla en mi espalda.

Ahora ya sé que hay cosas que no tienen que hacer daño, que se gana más con un abrazo que con un reproche, que las decisiones hay que tomarlas a tiempo, que una jaula no atrapa ningún alma.

Ahora sé tanto que he vuelto a no saber nada.

Te seré sincero, me conformo con volar más bajo.

De tu mano.

Me conformo con ver el vuelo de tu falda.

Si ahora no.

Te prometo que te convertiste en luz aquella noche de invierno y que ya no he podido ver nada más desde entonces. Vi cómo se rompía el cielo antes del amanecer por culpa de un susurro tuyo en mi oído, vi cómo se abría la tierra cuando arañabas mi espalda como nadie lo había hecho antes. Llevo viviendo en el infierno más dulce desde entonces, sin saber muy bien si quiero salir corriendo o quedarme a vivir para siempre.

Espero algún día ser capaz de salir de esta espiral de confusión, de amor y dolor en la que me metiste. Espero ser capaz de salir de la calle Melancolía sin más secuelas que las que ya traía puestas, y quedarme como Sabina esperando el tranvía.

Después de todo, tampoco te pido que descifres las sombras que recorren a diario mi mirada, ni que intentes alegrarme cuando el mundo se me viene encima, ni que te dejes la piel por tratar de salvarme porque no tengo remedio. Sólo te pido que me abraces en silencio, que me dejes acariciar tu mejilla y que me obligues a cerrar los ojos cuando veas que han vuelto a asomarse los demonios en plena madrugada. Cuando me consumen los recuerdos, las lágrimas y mi propio pensamiento.

No es tan difícil de entender, tan solo busco sinceridad. Me harté de las mentiras cuando empecé a contarlas yo mismo y acabé enjaulado, y sigo tratando de romper los barrotes a diario.

Y es verdad que contigo no hace tanto frío, ni hay tedio en los días, y hasta ha empezado a darme igual lo de tener la nevera vacía mientras vea tu sonrisa.

Todo podría ser tan bueno y tan fácil que asusta, y tener miedo es lo más razonable pero, ¿Has visto cómo nos miran cuando nos cogemos de la mano? ¿Has visto cómo te miro? ¿Has visto cómo me miras?

Nos convertimos juntos en arte en las calles y fuera de ellas.

Vamos a destrozarlo todo por no ser capaces de saltar, por tener miedo de no poder volar a la primera.

Si ahora no es el momento tú me dirás cuándo.