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Sacrificio.

La gente dice que hay que sacrificarse por amor y la verdad es que no lo entiendo. Para mí nada que suponga un esfuerzo se parece a querer a alguien, porque querer es algo sencillo, que simplemente surge, aparece de la nada y muchas veces se va sin saber ni cómo ni por qué.

Un día te enamoras y al cabo del tiempo esa sensación ha desaparecido de tu interior sin dejar rastro. Yo recuerdo hacer promesas de amor eterno que se han desvanecido de manera absoluta y entonces me pregunto si hablamos demasiado pronto, si nos decimos las cosas cuando sólo son las hormonas las que están alterándolo todo.

Las hormonas y el sexo.

Culpables de casi todas nuestras malas decisiones.

Yo también pensé que algunas personas se quedarían conmigo para siempre y que yo las querría siempre junto a mí, y ahora me doy cuenta de que no ha sido así. Pasé noches de San Juan entrelazando mis dedos junto a la orilla de una playa desierta, me asfixié a besos en una cama en pleno Agosto, me cuidaron cuando la fiebre se apoderaba de mí, fui lo más importante para alguien durante años.

Y ahora nada.

He ido dejando amores a mis espaldas como quien deja cadáveres, he hecho más daño del que me han hecho a mí.

Hasta que me topé contigo.

Recuerdo que hace un tiempo había cosas que me costaba hacer aunque estuviera enamorado, también recuerdo que yo quería ser el centro. En el fondo, algunas personas usan el amor sólo para satisfacer su propio ego, sólo para sentirse queridos e importantes.

Yo también caí en eso.

Hasta que me topé contigo y convertiste todo lo demás en algo secundario. Te convertiste en el centro de mi extraño sistema solar, en la directora de esta orquesta de órganos y sistemas, en quien rompe mis cadenas.

Hace ya un tiempo que tengo claro que cualquier cosa que te tenga como destino final nunca me costará más de lo que me cuesta cerrar los ojos después de darte un beso y saber que aún tenemos un mañana que vivir.

La gente dice que hay que sacrificarse por amor y la verdad es que no lo entiendo, porque ahora te miro y tengo claro que haría como Drácula, que cruzaría océanos de tiempo para volver a encontrarte, que esperaría a que llegara a septiembre para que me aprobaras nuestra asignatura pendiente, que jugaría a ser espía en medio de la Guerra Fría sólo para toparme contigo al otro lado del muro.

[Luego imagino tu cara de indiferencia al leer esto y se me encoge el pecho y me cuesta tragar saliva. Y lo llena todo un doloroso silencio.]

Como si fuera primavera.

El mundo está tan loco como lo estamos nosotros, como lo está la vida de hoy en día.

3 de Enero y veinte grados, y dejamos que el sol roce de nuevo nuestra cara y nuestros brazos como si fuera primavera.

El invierno apenas ha llegado a nuestras calles y ya se ha ido, supongo que le cansamos, que sabe que este no es su sitio y que no nos gusta demasiado. Supongo que sabe que nos gusta más poder sudar juntos sobre el colchón, con las ventanas abiertas sin tener demasiado claro si nos están viendo los vecinos y sobre todo sin que nos importe demasiado. Te he visto de nuevo en sueños arqueando la espalda, atrapando las sábanas entre tus dedos, buscándome en la penumbra en voz baja, susurrando palabras que sólo entiendo cuando lo haces en mi oído.

Me gustaría estar caminando junto al mar contigo al lado, llevando el mismo paso mientras el rumor de las olas nos trae recuerdos y caricias que no queremos olvidar, mientras nuestras manos y nuestros dedos se buscan igual que lo hacen nuestras bocas cuando apagamos la luz y nos falta el aire.

Sería tan mágico que pudiéramos sentarnos en el suelo y leernos páginas de historias de verdad, contarnos mirándonos a los ojos la vida de todos esos personajes que nos habría gustado ser y pronunciar en voz alta todas aquellas vidas que nos hubiera gustado vivir.: Pisar las calles del París bohemio del Moulin Rouge, caminar por el Londres victoriano intentando encontrar a Jack el Destripador, navegar a bordo de un barco de vapor por el río Mississippi, observar cómo piedra tras piedras las pirámides ascendienden hacia el cielo etéreo del Egipto faraónico, tocar el piano en el Cotton Club.

Y estoy seguro de que la gente hablará de mí por decir un gilipollez detrás de otra, y seguramente dirán que soy un loco porque no te conozco tanto como creo, pero yo no necesito más. No puedo evitar sentir lo que siento al verte, al pensarte, al tocarte, al perderte.

Si tenemos los días contados, no exagero al decir que, quiero contarlos contigo; y que voy a quererte siempre como si fuera primavera.

Alucinaciones hipnopómpicas.

Sueño.

La ropa resbala por su cuerpo lentamente, acariciándole la piel igual que lo hace un susurro al oído. Su tono blanco de completa desnudez le da un toque de indefensión y sólo quiero abrazarla, hacer de escudo, coraza, salvaguarda, para impedir que nada le haga daño, para impedir que nada le duela, para impedir su angustia y sus lágrimas.

Instinto primitivo.

Beso tu cuello, tu espalda, tu abdomen, y tú te enredas en mi nuca, en mi pelo, en mis dedos. El sol tímido se cuela por la persiana aclarando la penumbra y vuelves a parecer una diosa etérea y sin miedos. Todavía no ha sonado el despertador y nuestros ojos están entrecerrados, sintiendo nuestros claros y sombras con las manos. Aún nos tiemblan los huesos estando en la misma habitación y eso sólo puede ser algo bueno. Somos un par de figuras de cristal sobre la cama que se rompen si tocan el suelo.

Esta historia sería un combate injusto si alguno de los dos fuera a perder, pero en el amor eso no pasa. Con el amor sólo se puede ganar, ¿verdad?

Porque si no vibras como las cuerdas de un violoncello al rasgarlas cuando te mira no tiene sentido.

Porque si no te entran ganas de ser mejor persona cuando paseas a su lado no tiene sentido.

Porque si no te mira a los ojos al menos una vez al día para decirte que todo va a ir bien no tiene sentido.

Porque si no te hace sentir que quieres vivir eternamente no tiene sentido.

Ni razón.

Porque si necesitas besar otros labios, tocar otras almas, beber de otros cuerpos, debes mirarte al espejo y dejarte llevar por el ruido cardíaco que habita en tu pecho, por la idea simple de un futuro mejor.

Estoy esperando, dando vueltas en la noria, dispuesto desde hace tiempo a abrir el paracaídas para impedir que choques contra el suelo, para impedir que pienses que no mereces algo mejor (porque lo mereces).

No podemos ser esclavos, ni arriesgarnos a perder los días, porque se esfuman los suspiros con demasiada rapidez, y las horas, las vidas.

Yo no quiero arrepentirme dentro de cinco, diez, veinte, treinta años, no quiero tener que lamentarme porque no nos atrevimos a intentar salir de la cueva buscando el sol.

Sueño contigo a diario, por eso siempre me despierto sonriendo.

Después abro los ojos, pongo un pie en el suelo, y llega la realidad para caer sobre mí como una losa.

Vuelven a dolerme las costillas, pero donde más duele es justo en el centro, en el amor propio.

Pausa.

Creo que necesito un respiro, pero uno de verdad. Frenar en seco, mirarme al espejo, cerrar los ojos y escuchar el silencio. El mismo silencio que escucho cuando me meto en la cama e imagino que tú también estás a punto de cerrar los ojos y caer en un sueño profundo lleno de pesadillas que te dejan exhausta. Correr cada noche saltando obstáculos, abriendo puertas, salvando vidas que no son la tuya, sintiendo a la Parca tan cerca que se te erizan los pelos de la nuca. No sé si os ha pasado eso de tener pesadillas con los ojos abiertos, pero es horrible. Sentir el corazón en la boca, un nudo en el esófago y el estómago revuelto. Y cada vez son más frecuentes, y peores, y no me dejan respirar con la tranquilidad que solía.

Ahora creo que no deberíamos dejar nuestra vida en pausa por nadie, porque luego no sabemos retomar el camino por donde lo habíamos dejado. Yo había logrado centrarme, salir a vivir con la conciencia limpia y la sonrisa puesta, y he vuelto a encontrarme contra un muro que soy incapaz de escalar.

Y ya ni siquiera estoy seguro de querer ver lo que hay al otro lado.

Y todo son dudas, y cometer errores.

Sólo me queda coger aire y dejar que el tiempo siga pasando, que se me lleve por delante, como se llevan las mareas los peces muertos. Y dejar de ver luz por tu ventana cuando ya sólo hay oscuridad.

Necesito que se me ordenen las ideas por sí solas porque yo soy incapaz de hacerlo y ya sólo estoy sufriendo, y se me hace más grande el agujero del pecho por el que metiste la mano para arrancar todas mis entrañas.

El punto de no retorno está aquí, y a partir de ahora todo irá a peor. Porque ya no hay motivos para que las aguas vuelvan a su cauce y no corra la sangre hasta las alcantarillas.

Lo peor es que me diste un sí que fue un no.

Nos quedamos en un casi.

Nos faltó un poco más de aliento.

Y me he quedado sin ganas, sin fuerza, sin risa.

Me ha vuelto a pasar.

Y no te culpo, es todo cosa mía, que construyo con rapidez castillos en el aire.

Pero lo importante es que he aprendido la lección, o eso espero.

Dejaré de buscar siempre las piedras que más brillan.

Nos importa todo una mierda.

Alepo sigue muriendo si es que aún queda algún aliento entre sus edificios. Siguen pegándose tiros en la cabeza. Y la frase «el mundo se va a la mierda» sigue repitiéndose a diario cientos de veces.

¿Y qué?

Al final nada importa en nuestro día a día salvo nosotros mismos, nos da igual la crisis de refugiados, el gobierno del PP, la ley mordaza, los muertos en un accidente de avión o que los derechos humanos sigan en una alcantarilla.

Nos importa todo una mierda.

Y joder qué triste eso.

Que no seamos capaces de hacer nada para salvar al prójimo, que lo único importante seamos nosotros mismos, que fijamos interés por el exterior cuando tenemos el interior hecho basura. Hemos tardado un par de miles de año en llegar a este punto, a dar tanta pena, pero aquí estamos ganándonos a pulso eso del cambio climático, y dejar un mundo hecho de estiércol y residuos a nuestros hijos.

Nos perdemos en debates sin tratar de encontrar alguna solución y al final hemos dado tantas vueltas a los lemas y a las palabras que todo ha acabado por perder el sentido que tenía en un principio. Ni Yes, we can, ni straight edge, ni socialismo, ni I have a dream,  ni la A de anarquía, ni Imagine.

Hemos dejado atrás los caminos fáciles y nos los hemos llenado de piedras con las que tropezar hasta hacernos sangrar las rodillas y rompernos algún hueso. La mayoría de nuestros errores se arreglarían si habláramos más con las manos y menos con la boca. Si fuéramos más sinceros y soltáramos el lastre. Si miráramos a los ojos cada vez que queremos decir algo. Si no obligáramos a los demás a vivir como no quieren. Si dejáramos de ser marionetas de gesto triste.

Pero da igual, el mundo va a seguir sin nuestros abrazos si hace falta, va a seguir sin nuestros puños luchando por todo aquello que creen, va a seguir con nuestros bolsillos llenos o vacíos, va a seguir con nuestra luz apagada, sin agua caliente, sin nada que llevarnos a la boca mientras vaciamos nuestras botellas de alcohol y nos refugiamos de la lluvia.

El mundo seguirá girando cuando ya no queden músicos callejeros para alegrarnos el alma y cuando nada pueda calentar nuestros corazones.

Nos importa todo una mierda.

Y el primer hipócrita soy yo, porque lo único que me importa eres tú.

Ya no llueve como antes.

Ya no llueve como antes, y lo sé porque no estás tú.

Los días de tormenta dejabas todo lo que estuviera entre tus manos y mirabas por la ventana. Veía en tus ojos el reflejo de las gotas dejándose llevar por la gravedad hasta su terrible destino. Sonreías a pesar de los relámpagos y los truenos. Y la vida durante el tiempo que durara aquel fenómeno de la naturaleza se detenía para nosotros y era perfecto. Te miraba desde el otro lado del comedor con una sonrisa que era incapaz de borrar cuando veía la ilusión y la emoción mezclarse con inocencia en tu rostro.

Es con esos pequeños detalles cuando te das cuenta de que realmente harías lo que fuera por alguien. Y, supongo, que el amor debe reducirse a eso. De ser capaz de cualquier cosa por otra persona, de que no haga falta gritar a los cuatro vientos que quieres a alguien porque se te nota en la forma de hablar, de reír, y de respirar a su lado.

Es con esas pequeñas cosas con las que te a un vuelco el corazón a pesar de los años, y sientes la tranquilidad de tener a alguien con quien compartir la vida.

Un abrazo por la espalda, un beso en el cuello, el silencio en casa, la lluvia de fondo y nuestra respiración.

Y las nubes rompiéndose en pedazos, las calles inundadas y tus bragas por el suelo.

No sé cómo pero siempre acabábamos entrelazando nuestros cuerpos, dejándonos mecer por el vaivén del exterior y contra la intensidad de afuera nos tocábamos más lento. Mi saliva mojando tu pecho, tus manos frías recorriendo mi espalda, y la fricción imparable de dos caderas que se buscan con tiento. Cogiendo aire al mismo compás, los jadeos que enfadaban a los vecinos, el ruido seco de una madera golpeando la pared.

La casa olía después a sexo fácil, a tierra mojada y a felicidad.

Y las risas quedaban atrapadas durante días en nuestras cuatro paredes.

Ni siquiera sé ya cómo huele todo eso.

Se me ha olvidado todo lo bueno desde que no estás en mi día a día, desde que tengo que afrontar las nubes grises y la niebla densa en solitario. Desde mi cueva.

Se me está olvidando vivir.

Ya no llueve como antes, y lo sé porque no estás tú.

Texto escrito para Krakens y Sirenas.

Tercera Guerra Mundial.

Suenan los rugidos y seguimos tomando café tranquilamente en los bares. El mundo se tambalea sin saber a dónde va. Vuelven a oírse las palabras del miedo, la guerra se cuela en nuestras fibras y en IKEA no dejan de vender su mierda.

Nos indignamos con los dientes apretados, como si de verdad nos afectara que los militares se alcen, que mueran en Niza o que los sirios acaben pudriéndose en el mar.

Estamos tan cómodos viendo las noticias desde el sofá, protegiéndonos con un escudo de miles de kilómetros. Masacres en Oriente Próximo, desastres naturales y más bombardeos. Y a mí lo que me importa es ir todos los días al gimnasio para ligar más, que mi equipo de fútbol gane la Europa League, tener dinero para pillar algo que me haga olvidar un sábado por la noche. Lo que me importa es tener un coche nuevo, llenar la estantería de libros y beber una cerveza cada viernes por la tarde.

La primavera árabe se ha quedado en nada, Reino Unido da un paso al lado, Alemania sigue moviendo los hilos mientras se ríe de la desgracia ajena, y en EE.UU siguen matando negros por ser negros y pasean las armas como quien lleva una bicicleta.

Las voces del caos ya gritan que viene la Tercera Guerra Mundial, y nos va a pillar con el móvil en la mano para poder grabarlo todo.

Se nos olvida lo importante, a estas alturas, hemos perdido la noción básica de lo que debería ser vivir.

Se nos olvida el abrazar más y decir la verdad.

Se nos olvida el pronunciar te quieros sin tener que escondernos.

Ya hay demasiada oscuridad en el mundo, demasiada guerra, demasiada sangre como para no querernos en voz alta, y confiar un poco.

Ya hay demasiados barcos hundidos, demasiadas lágrimas, demasiados llantos como para llorar por nimiedades y dejar de sonreír.

Y en el fondo sé que la rabia me ha teñido ya las entrañas, y que han conseguido impregnarme del veneno del odio, pero no voy a dejar que ganen.

Sólo podemos luchar con aquello que nos quieren arrebatar.

No podrán quitarnos nunca los besos y el brillo que se me pone en la mirada al hablar de ti.

De verdad.

Sólo podemos seguir hacia adelante dándonos la mano.

Confía en mí.

Mírame a los ojos.

Si hace falta voy a parar las balas y los misiles por ti.

No pienso dejar que caigas nunca más.

Un mundo subterráneo.

Todos tenemos nuestro verdadero yo oculto bajo la piel, un mundo subterráneo tras capas de ropa, maquillaje y sonrisas. Un pozo del que no dejamos que nadie saque agua, una habitación que tiene el cartel de ‘Prohibido el paso’ colgado en la puerta.

Un mundo subterráneo que es nuestro búnker, nuestro desorden, toda nuestra mierda y la auténtica verdad.

Tenemos una realidad que nadie más conoce, que tapamos con sábanas viejas y escondemos.

Nos cuesta ser sinceros y compartir, y estamos tan llenos de miedo y rasguños que callamos para no hacernos más daño del que ya arrastran nuestras huellas. Pero no sirve de nada. Cada día más aislados, más solos, más tristes, más fracasados.

Y llega un día en el que te das cuenta de todo eso, de eso y mucho más. Y es entonces cuando quieres tener fuerzas para levantarte del suelo, quitarte el barro, secarte las lágrimas y llenar las páginas del cuaderno con tu propia historia. Puede que sea entonces cuando cualquier acorde de guitarra te arranque una sonrisa y te de alas, y quieras dejarte ver en el mundo exterior.

Va a llegar el día en el que no te de miedo gritar, reír y cogerle de la mano. Vas a querer besarle en la boca mientras llueve cualquier tarde de verano y te dará igual haber dejado la ropa tendida. Vas a querer vibrar con el primer salto que te lleve al otro lado del río para poder abrazarle.

Todos tenemos un mundo subterráneo que no queremos mostrar pero llega un día, llega un día que alguien se atreve a coger la linterna y que no te hace caso, y coge aire y bucea entre tanto edificio antiguo a punto de derrumbarse.

Alguien debería decirte alguna vez que van a agarrarte antes de volver a caer y van a limpiarte las rodillas.

Alguien debería decirte alguna vez que no vas a llorar más porque no te lo mereces.

Alguien debería decirte alguna vez que en el sótano se está tranquilo, pero no se vive bien.

Abre las ventanas, que entre la luz, vamos a dejar atrás el subsuelo.

Vamos a reírnos desde la azotea de un rascacielos y a escribir nuestro nombre en cualquier muro.

Vamos a empezar a vivir en la superficie y a dejar la penumbra para los demás.

Pienso correr, pisar charcos contigo y dejar todo el gris a las espaldas.

Que nadie te lo diga aún, pero voy a ser feliz. Y tú también.

Texto escrito originalmente para Krakens y Sirenas.

La calma tensa.

La calma tensa, el grito ahogado.

Futuro, pasado.

Hace tiempo que decidí convertirme en camaleón, no llamar la atención, dar un paso atrás, agachar la cabeza y mirar al suelo. Intentar siempre no ser el foco al que apuntan las cámaras, dejar el mérito para los que de verdad se lo merecen.

La mayor parte de las veces sólo soy otro ladrillo más en el muro, haciendo lo que se espera de mí, repartiendo vectores, igualando fuerzas. Cosas de la física.

Ser como ese acorde puente que pasa desapercibido en cualquier Sonata de Mozart, como ese complemento circunstancial en una oración que se puede eliminar sin que pierda el sentido, ser como un poco de ADN no codificante.

Sombra entre tanta luz, viento en una noche de verano.

Siempre, nunca.

Ni con el paso de los días parece que el año mejora, que la sensación de falta de aire y de peso en la conciencia es inevitable. La duda perenne de saber si algún día podré sentirme bien, si podré, por fin, salir a la superficie de todas estas aguas negras y coger aire, y respirar por primer vez.

Atrapado en el tiempo estoy viviendo dentro de un cuadro de Dalí.

Quizá sólo necesito seguir hibernando, que llegue la Primavera y empezar a vivir cuando comience el deshielo.

Mientras el momento de vivir llega, trataré de no ahogarme.

No prometo nada, nunca supe nadar bien.

Los días muertos.

Los días se suceden con una rapidez espantosa, segundo tras segundo, minuto tras minuto, hora tras hora. El mundo avanza entre pacientes que mienten, gente que te necesita y personas que mueren. Entre besos perdidos, peleas sin sentido y amores dolidos.

El tiempo se resbala entre los dedos sin que pueda darme cuenta, sin ser capaz de llegar a ver que el día de ayer ya no va a volver. Sin aceptar que los lunes se borran del calendario y que Marzo ya no va a repetirse jamás. Sin ver que el invierno frío ha pasado y que el verano siempre me trata mal.

Sentirse vivo es ir muriendo y perderse a uno mismo está a la orden del día. El mar me devuelve la calma, parece que con el rumor de sus olas se está riendo en mi cara mientras veo la luna, mientras la noche se apaga para que se encienda el sol.

Te das cuenta de que ya no hay refugios que puedan parar los misiles, ni chalecos que vayan a salvarte de tantas balas.

Te das cuenta que los días que vives, cuando acaban son días muertos.