La ciudad está en construcción, como algunos corazones en los que, si te asomas, pueden verse los cimientos a medias y las anti-estéticas grúas amarillas ocupando el horizonte. Es todo tan nuevo por estas inestables tierras llenas de agua salada y mañanas de niebla densa que ni siquiera el clima sabe cómo debe comportarse.
El mundo ya está tan loco como lo estoy yo.
Y, a pesar de todo, la vida sigue pareciendo bonita entre tanta maraña de mentiras sin control y gente sin escrúpulos.
Lo trágico es que hemos dejado de pensar en el futuro porque dudamos ya de su existencia, y que la inspiración está en estos tiempos tan arrinconada como las personas de buenos sentimientos.
Y que yo estoy tan lejos de ti como el fuego de la gasolina, o el ratón del gato.
Vuelvo a las andadas, a reiniciarme y llenar la nevera de cerveza, a pasar las noches pegado al sofá, entre libros que no consigo acabar y series que escucho de fondo.
He vuelto a volver.
Mi única misión a cumplir es dejar de tener planes, dejar de adelantarme, quitar las piezas del tablero y guardarlas de nuevo en su cajón.
Y escuchar el saxo tenor de Stan Getz cuando la luna se enciende, se me cansan los dedos y el alma, y la noche se antoja demasiado larga y tediosa sin compañía.
Te dejo las llaves debajo del felpudo de la puerta.
Entra cuando quieras.