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Cruz.

Llueve y se confunde con las lágrimas.

El día gris está pegado a las ventanas impidiendo que veamos nada y a mí me gustaría que nos obligáramos mutuamente a quedarnos, desnudos, bajo el calor de las sábanas.

Pero es imposible, el mundo conspira.

Toca salir, mojarnos, ver cómo cae la luz bajo la cruz.

Siempre acabo pensando en hasta qué punto me muevo guiado por mis propias decisiones o por el influjo de otros. Si realmente decido mis pasos o me delimitan el camino y me ponen señales y luces para que no piense y sólo actúe. No tengo muy claro si tenemos libertad de movimiento, expresión y elección, o está todo orquestado, y da igual lo que hagamos porque alguien ya ha decidido qué y cómo vamos a hacerlo todo. Entiendo, por otro lado, que si me lo planteo significa que sigo a salvo, que todavía estoy fuera del rebaño.

Y que tenemos una oportunidad.

Que no todo está perdido mientras seamos conscientes.

Que podemos mantener los ojos abiertos y la mirada viva a pesar de la religión, el fútbol y Hollywood.

Que todavía hay tiempo para cambiar las cosas, apartar lo insufrible e insoportable, desechar la basura emocional, leer poesía de la que aún es buena.

Mira, creo que justo ahora que arrecia el temporal y el agua me empapa la chaqueta y me empaña las gafas deberías venir.

Para cruzar los dos la calle cogidos de la mano.

 

Las golondrinas de Bécquer.

Los labios cortados por el frío, la mirada más en el año próximo que en el presente, los dolores de cabeza que no cesan, la angustia que sigue instalada en el centro del pecho, el temor que es como una gárgola de piedra que lo observa todo desde las alturas de una catedral gótica y siempre está preparada para cobrar vida y caer sobre nosotros.

Siempre.

El ardor en el estómago, el temblor en los dedos alargados, los besos frágiles, los huesos convertidos en polvo.

Claro que no sabes lo que quieres.

Claro, porque nunca te han enseñado que podrías tenerlo, porque te han metido en la cabeza que no mereces nada, que te tienes que conformar con lo que sea que te toque, que tienes que encogerte de hombros, bajar la mirada y seguir adelante como puedas, aunque sea arrastrándote.

Te han dicho que hay decisiones irrevocables y que hay que asumir las consecuencias de tus actos.

Claro que no sabes lo que quieres.

A mí también me pasa, que pienso que merezco todos los castigos, que las penitencias me las he ganado a pulso, que creo que no me puede pasar nada bueno en la vida porque eso no es para mí.

Pero también sé que siempre hay tiempo.

Para todo.

Para comprar un billete, para girar el volante, para no beber otra copa, para cerrar o abrir una puerta, para decir te quiero, para romper un contrato, para darse media vuelta, para mirar a los ojos, para gritar al viento, para coger un tren, para encender una hoguera, para pegar los fragmentos.

En esta vida hay tiempo para todo hasta que se pierde la oportunidad.

Las oportunidades a veces son efímeras y otras se mantienen flotando en el aire hasta que acaban por disolverse con el paso de los meses. Y lo malo de las oportunidades es que no hacen como las golondrinas de Bécquer.

Las oportunidades son como el amor de tu vida, que pasa por delante, y si no te aferras, se va y nunca vuelve.

Y siempre te arrepientes.

Declaración de intenciones.

Has vuelto a soltar mi mano sin que me de cuenta.

Has vuelto a irte de puntillas en la penumbra para no despertarme y retenerte cinco minutos más en la cama.

Has vuelto a abrazarme con prisa.

Has vuelto a bajar la mirada cuando quiero hablar sobre algo serio contigo.

Has vuelto a sentir pena por un pobre enamorado como yo.

Has vuelto a construir la muralla, a ponerte la coraza, a fingir que aquí no pasa nada.

Has vuelto a arañarme por dentro y ya me duelen las costillas.

Has vuelto a dejar café recién hecho en la mesa de la cocina.

Has vuelto a quedarte dormida sobre mis piernas después de la cena.

Has vuelto a llegar tarde al trabajo por mi culpa.

Has vuelto a besarme después de una copa de vino.

Has vuelto a intentar hacer lo correcto.

Has vuelto a no jugar con fuego pero te has acabado quemando.

Y ahora somos cenizas que flotan en medio de la nada, esperando que una ráfaga de viento las lleve hacia otro lado, a donde haya tierra nueva y podamos asentarnos, y ser alimento para los nuevos tallos que florecerán más tarde.

Somos el germen, el inicio de algo mejor, pero tú.

Tú aún no quieres darte cuenta.

Nadie dijo que la vida fuera fácil, ni que las cuestiones del corazón sean lógicas, ni tampoco que no haya decisiones que nos van comiendo por dentro, del mismo modo que hacen las termitas con la madera o las ratas con los cables del teléfono.

Y al final, nos quedamos llenos de huecos que solamente la persona que los hizo tiene el poder de sanar.

El miedo ha hecho ya que dejes de escuchar tus latidos.

Y en estos asuntos, ya se sabe, al último al que hay que hacerle caso es al necio de nuestro cerebro, que prefiere quedarse tranquilo en un sillón con la serotonina por las nubes antes de dar el salto final que nos lleve a la meta que queremos conseguir.

Has vuelto a tener dudas.

Y con tus dudas no puedo.

[Mientras la lluvia inunda la calle todavía me queda un poco de esperanza.

Tengo un te quiero en forma de bala en la recámara.

Es mi última oportunidad contigo.

No pienso fallar.]

Errante.

Al abrir la ventana el viento me ha traído de nuevo aquel perfume que empapaba su pelo, y eso siempre me desmonta. Como lo hacía su mirada cuando se fijaba sobre mí. Es propio de ella, lo de aparecer de pronto y que me de un vuelco el corazón. Es lo habitual que asome la cabeza, me sonría, revuelva mi mundo y vuelva a desaparecer sin dejar rastro, sin permitir que la persiga y la coja entre mis brazos. Es como esas tormentas que destrozan las cubiertas de los barcos y se esfuman sin saber a dónde han ido. Es como esas estrellas que surcan el cielo en segundos y te permiten pedir un deseo.

Ella es así, libre desde que pudo bajar de la cuna y empezar a caminar por sí misma. Con el brillo en la mirada de las personas que se ilusionan con los pequeños detalles, con la media sonrisa de quien no dice todo lo que sabe pero sabe más de lo que calla, con la ingenuidad y la picardía justas para atraparte entre sus piernas.

¿Quién no se enamora de alguien así?

¿Quién deja escapar la oportunidad de dejarse la piel por esa clase de persona?

Habría que estar idiota para negar lo evidente.

Y es que es imposible controlar cuándo alguien aparece en tu vida y te rompe los planes, te cambia los esquemas y te obliga a empezar de cero pero siendo un poco más listo, sabiendo lo que quieres de la vida, de la muerte y del amor.

Y también es imposible controlar cuándo todo va a cambiar y vas a volver a quedarte solo, y te va a tocar ver los fuegos artificiales de nuevo sin nadie desde la terraza, pensando en cómo la abrazarías por la cintura y mirarías al cielo apoyando la barbilla en su hombro, y le susurrarías que la quieres mientras unas cuantas palmeras doradas surgen y desaparecen ante vuestros ojos.

Al abrir la ventana he visto una de esas estrellas fugaces y he tenido que pedirte como deseo, pero sé que esta noche no vendrás, ni la próxima, ni la siguiente. Nunca tengo tanta suerte.

No acabo de entender que el tiempo nos convertirá en polvo, que sólo soy otra piedra que formará parte de tu muro, que no significaré nada cuando me veas en tus fotos. No acabo de entender que no soy la persona que necesitas aunque tú sí seas la mía. No acabo de entender que lo último que quieres a tu lado es un loco que sueña con los ojos abiertos, un bobo que aún tiene fe en la humanidad, un perro verde que lee todas las noches y que cree que la música nos puede salvar. Hay tanto que no entiendo que ya da igual.

Soy errante, errático, erróneo, y sé de sobra que cualquiera es mejor que yo para pasar la vida a su lado.

Lo único que puedo decir es que voy a estar cuando lo necesites.

Así de sencillo.

Y que me iré cuando ya no te haga falta.

La gente quiere ser feliz.

La gente quiere ser feliz, sin tener ni idea de lo que es. Tantas definiciones diferentes, tantas maneras de entender las cosas. Como para saber quién tiene la razón, si es que no la tenemos todos.

La felicidad será una mezcla de todo y de nada a la vez, igual que nosotros dos. Un conjunto de salir con los amigos, ver un atardecer sin nervios de por medio, dormir sin preocupaciones, algo de dinero en el bolsillo, un libro por empezar, una cerveza que nunca se acabe, tener una mano a la que apretar siempre que lo necesites, un jardín floreciendo en pleno invierno, un hilo de agua saliendo de un manantial remoto, un pentagrama por escribir, el primer copo de nieve del año, alguna señal que nos permita saber que no lo hacemos todo tan mal.

Nos han prometido que seremos felices en algún momento pero parece que nunca llega, que estamos envueltos de sufrimiento y que cuando las cosas se nos ponen fáciles no las queremos. Estamos hechos de daño, del espíritu de animales en peligro de extinción, y cuando algo es sencillo nos invita a desconfiar con rapidez. Estamos hechos para resistir, aunque haya disparos a nuestro alrededor, y nos metan balas en la carne, y nos apuñalen varias veces en el pecho.

Y es que nos gusta complicar las cosas, hacerlo difícil, poner trabas para justificar por qué actuamos tan mal. Nos gusta la pelea y morder fuerte, y sentir algo de acción en nuestras vidas aburridas. Nos gusta empezar por el final y doler sin motivo. Nos gusta que muera el malo y que al final triunfe el amor, pero nunca le dejamos.

La gente quiere ser feliz, pero cuando de verdad tiene la oportunidad de serlo tiene miedo y se queda parada viendo cómo escapa otro tren, viendo caer las lágrimas por haber vuelto a fracasar.

Llevamos media vida preparándonos para encontrarnos y ahora vamos a permitir que todo se eche a perder. Que tanto abrazo, tanto beso, tanto esfuerzo quede en nada.

A estas alturas yo no sé si es mejor reiniciar el cerebro o el corazón.

Canción para ti.

El ciclo se repite y aunque no lo sepas voy a acabar doliéndote.

Como tú lo haces.

Hay canciones que ya no puedo escuchar por tu culpa, hay canciones que me van rasgando por dentro con cada frase, hay canciones que me van haciendo pedazos y ya soy incapaz de reconstruirme.

Al final soy polvo y cenizas, y sólo me muevo con el mismo viento que es capaz de hacer que vueles y que baile tu pelo.

No tengo arreglo de ningún tipo. Lo admito.

Yo no sé quién va primero, ni quién va a acabar con la sangre por el suelo y los días vacíos. Yo no sé quién tiene el tiempo de su parte. Yo no sé de qué lado va a decantarse la balanza pero tengo claro que vivimos en un mundo sin justicia y que Atenea nunca ha velado por mí. Así que supongo que una vez más voy a acabar caminando en medio del desierto, en dirección contraria, poniendo kilómetros y calendarios entre los dos.

Sólo quiero escaparme a alguna montaña perdida donde no haya rastro de ti, ni de tu olor, ni de tus manos por mi espalda. Marcharme al otro lado del mundo para poder soportar mis pensamientos sin arañarme los brazos.

Estoy harto de morderme la lengua, de mirar hacia otro lado, de apretar los puños y gritar sólo hacia dentro.

Toda este lío clama al cielo. Y ya está bien.

Sigo convencido de que mandamos poco a la mierda, de que se nos va todo de las manos y no sabemos ubicarnos. Sigo convencido de que nos puede el miedo, la incertidumbre y el caminar sobre el alambre. Sigo convencido de que preferimos malo conocido que bueno por conocer y así nos va, que nos toca llorar por las esquinas y quejarnos de todo cuando el cambio está en nuestras manos. Sigo convencido de que nos damos cuenta del error cuando ya no tiene solución.

Al final la vida es como un viaje en avión, y hay quien llega siempre cuando están cerrando las puertas de embarque y se queda en tierra firme. Y qué putada, pensar que llegas tarde a tu propia vida, que has perdido la oportunidad de tener a alguien que realmente querías.

Aún nos pasa poco por no decir las cosas, por mirar sin ver, por oír sin escuchar y hablar sin saber callar.

Yo no aguanto más.

No aguanto más el ser la cara B, el equipo de Segunda, la última opción, la película de cine polaco, el actor de reparto, la nota más baja de la clase.

No lo aguanto. Hasta aquí he llegado.

Ahora piensa bien qué es lo que quieres tú.

Pero que quede claro, toda esta canción es para ti.