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Atmósfera cero.

Me resisto a dejar de quererte, supongo que uno siempre quiere quedarse en los lugares en los que se siente bien y yo siento que respiro sin ningún peso en el espíritu cuando te apoyas en mi pecho, cuando tu frente y la mía reposan la una frente a la otra. Queremos quedarnos en quien tenemos recuerdos felices, en quien nos hace sentir grandes con un gesto pequeño.

Olvidarte es como intentar nadar a contracorriente en un río de aguas bravas, o intentar subir una cascada. Es como si intentaran abrirme el pecho y arrancarme el corazón, como coger aire en atmósfera cero. Hay imposibles que lo son, como que yo me deshaga de todos estos sentimientos adheridos a la piel como si fueran alquitrán y me deje mecer de nuevo por el viento en lugar de navegar a tu deriva.

Hay imposibles que lo son, como que desaparezca de tu lado de un día para otro y aparentar que me da igual, que nada duele, que soy indiferente a lo que sufres en silencio.

Quiero un día levantarme y verte tras de mí en el espejo empañado al salir de la ducha.

Quiero un día levantarme y no sentir que las costillas se me parten en pedazos, que las rodillas no me aguantan, que no puedo pensar en nada que no seas tú.

Sólo se me ocurre decirte algunas cosas, algunas que quizá no he dicho en voz alta porque no encuentro las formas ni el momento indicado. Y es que el instante adecuado nunca llega, tenemos que crearlo nosotros, como aquel día que quisimos rozar nuestros labios sin saber muy bien cómo y entramos en este laberinto en el que no hay salida.

Sólo se me ocurre decirte que voy a ser como un abrazo en pleno mes de febrero, una cama en la que dejarte caer cuando no puedas más, un cigarro encendido en una crisis de nervios, una bicicleta en la que pedalear una tarde de verano, un vaso de agua en un día de resaca, un portal abierto cuando empieza la tormenta.

Sólo sé que voy a estar cuando mires al cielo y no sepas en quién puedes confiar.

Sólo sé que mi mano está junto a la tuya, aunque no la veas.

Sólo quiero ser todo lo bueno que te pase, y cuando no pueda serlo iré borrando lo malo a punta de sonrisas y te quieros.

Inframundo.

Treinta grados en la calle y me estoy muriendo de frío.

Al final siempre acabo convertido en hielo, ralentizando el tiempo, congelando las sonrisas.

Soy esclavo del tiempo, del clima y de las estaciones.

La gente me dice que espere, que todo lo bueno tarda en llegar, que después de todo merece la pena. El problema es que ya nada me consuela, y que camino porque no me queda más remedio, y que pateo las piedras con las que siempre vuelvo a tropezar.

Voy a volver a perderme la hora del té. Espero siempre algo que nunca va a llegar. Y no hay verde esperanza, ni aliento en las canciones.

Rebasé todas mis líneas rojas, traspasé todos mis límites y acabé decepcionándome tanto que apenas puedo mantenerme la mirada antes de ir a dormir.

Hay errores que no olvido. No voy a perdonarme, voy a coser mis errores a una chaqueta desgastada que llevar hasta la tumba. Que me reconozcan en el otro lado por todo aquello que no hice bien, que se olviden mis victorias, mis palabras, y todos los sentimientos que alguna vez profesé por alguien.

Mi diálogo interno es cada vez más duro, más terco, más largo, y es que al final me doy cuenta de que no soy capaz tenerme en cuenta. No puedo ponerme en primer lugar, para alzar la voz y reclamar lo que realmente quiero.

Volveré a encogerme de hombros, a asentir levemente con la cabeza y que todo me parezca bien.

Voy a gritarme a la cara que soy un imbécil, que siempre he sido un completo idiota y que voy a acabar rodeado de nubes negras y poca gente.

Sé que ya he emprendido el camino eterno, el de quererme poco y venirme a menos.

Sé que ningún relojero tiene el don de parar el tiempo.

Sé que gobernaré allí donde nadie quiere hacerlo, con otras sombras, con otras almas inmortales. Y remaré por el Estigia hasta cansarme.

Aquí dentro nunca llega el sol, y no me siento los dedos de las manos ya, ni el corazón. Y todo fue culpa del amor, de dejarme llevar, de querer y no poder, de hacer las cosas sin saber actuar mejor. Y el arrepentimiento me ha roto poco a poco, me ha dejado herido, dolido, y con un sabor amargo al final del paladar que me da náuseas y taquicardia si lo pienso demasiado.

Ella se fue y yo me hice el muerto. Y respiro veneno en el Inframundo del que soy el puto Hades. Y ahora qué, si dicen que de este infierno no se puede salir, que quien navega en la laguna Estigia se queda para siempre.

Ojalá ser capaz de engañar a Caronte o de caminar sobre las aguas para volver a buscarte, para tener la oportunidad de encontrarte.

Voy a pedírtelo una vez.

Dame la mano, desde que te vi ya no quiero vivir aquí.