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Que sobrevuelen los misiles.

Nos va a destruir antes el ego que las bombas. Somos incapaces de ser sinceros, de mirar a los ojos, de tendernos la mano. Casi es mejor que el mundo se venga abajo, que resurjamos de nuestras propias cenizas, que todo vuelva a empezar para tener otra oportunidad.

Y es que la vida es una ocasión tras otra pero parece que nunca las sabemos aprovechar y después sólo sabemos quejarnos porque todo nos va mal. Si tiramos la toalla al primer problema, si desistimos al primer escollo, si renunciamos al amor al primer temblor de tierra.

Parece que hoy en día cualquier riesgo no vale la pena, que todo esfuerzo es demasiado y que no estamos dispuestos a hacer nada por conseguir lo que queremos. Parece que todo nos cuesta y no debería ser así.

Es que si no luchamos cualquier día estaremos rotos, lejos, muertos, y todo habrá sido para nada. No vale la pena sufrir si al final no podemos sentarnos frente al mismo fuego y calentarnos las manos, y mirar al cielo y reírnos de lo que tenga que decirnos el futuro.

El día a día es un laberinto imposible de recorrer y todo me parece silencio cuando no estás tú.

Eco, necesidad, final.

En mis pesadillas los caminos están llenos de pólvora y resina, y todos me impiden avanzar hasta ti. Y cuando abro los ojos ya no sé qué es real y qué es mentira, y me pregunto si los besos eran verdad, si queda algo de moral al cerrar la puerta, si alguien puede desconectarme de la realidad para que no me importe nada de lo que bombardea mi conciencia a diario.

La sociedad es tan superficial y yo quiero ser tan profundo contigo, dejar la fugacidad de lado, darle sentido a las cosas, no juzgarlo todo.

Podemos hacerle caso al azar esta vez, que para algo ha unido nuestros suspiros, ha puesto al mismo ritmo nuestros latidos, ha sentado el gris sobre nuestros hombros para que nos refugiemos juntos de todos los fantasmas.

Contigo uso más palabras siempre de las que realmente nos hacen falta, porque no necesitamos más que clavarnos las pupilas y acariciarnos las mejillas, para que se nos olvide todo, para que lo malo parezca menos malo, y París sea una fiesta.

Y a mí me da igual que sobrevuelen los misiles, escuchar el ruido y temblar de miedo si te miro.

Y a mí me da igual que el mundo se acabe porque al menos nos hemos tenido y eso debe quedarse formando parte de algún quark. Seremos partículas elementales cuando todo tenga que crecer otra vez, seremos como el agua llenándolo todo de vida.

Cenizas y miserias.

Nos han puesto otra trampa y no la he podido esquivar a tiempo, y estoy de nuevo de bruces contra el suelo. He perdido la cuenta de las despedidas y los reencuentros, de las tragedias, de los refugiados y de los fantasmas que conviven con nosotros.

Yo creo que sabes más de lo que dices, que tienes más poder del que crees, y que hay respuestas que aún no has dado a conocer. No tendrías por qué haber usado el miedo conmigo o contra mí. No era necesario. Soy capaz de asustarme sin necesidad de dar un paso para adentrarme en el bosque.

Y ahora que todo quiere oler a los ochenta, ahora que todo el mundo quiere tener carteles luminosos y perseguir Nexus-6 por las calles. Yo busco la paciencia en páginas de libros que aún no estoy preparado para entender. Y otros más sabios me hablan desde hace siglos y saben lo que pienso mucho mejor que yo.

Supongo que todo sigue siendo una ilusión y que no hay verdad en todo esto.

Supongo que tarde o temprano voy a despertar desconcertado por este sueño tan largo y extraño.

Igual estaba vivo y no he sido capaz de darme cuenta a tiempo.

Solo quiero que llueva tan fuerte y constante como en Blade Runner. Y que alguien se apiade de mí al final y me rescate de caer desde la cornisa de un edificio.

Has hecho que me pierda y me has dejado sin hilo de oro delante del minotauro. Y ahora no sé volver a casa.

Quizá todo esto no es más que otra expresión agónica, otras cuatrocientas palabras sin sentido que he dejado caer sobre una página en blanco. Quizá todo esto no sea más que otro final que no importa y va a servirnos de catarsis.

Volveremos a ser el ave fénix que resurge de sus propias cenizas y miserias, y emprende un nuevo vuelo hacia ninguna parte. Con total libertad, sin cadenas.

Lo peor de todo es que yo no te buscaba, que todavía estaba quitando las malas hierbas que me habían crecido por dentro, que estaba en plena crisis existencial y más desprotegido que nunca.

Ahora nos encargamos de respirar hondo y mordernos la lengua cada vez que hablamos.

Y aún así parecemos eternos.

Creo que lo que nos conviene es seguir abrazándonos hasta que todo acabe, por si acaso.

Creo que nos conviene bailar mientras los demás duermen.

Viento del Este.

Hace tiempo que no hay ley en las calles ni en las camas, y que la música y el ruido de fondo nos dan igual.

Yo creía que ya no iba a tener de nuevo el alma del revés, y ya ves.

Has conseguido que ahora esté todo perdido.

Ya no sé cuál es el siguiente paso, ni tampoco si ni siquiera lo hay. Ya no sé si hemos llegado al final del camino, al acantilado o vamos a coger la ruta más larga.

Todavía no, pero sé que voy a quedarme con las manos vacías y el corazón hecho un cenicero. Va a acabarse el tiempo antes de que logre ir más rápido para seguir tus pasos y escuchar tu voz. Voy a volver a quedarme en medio del camino, en pleno fuego cruzado, sin saber a dónde tengo que ir esta vez, sin saber cómo buscar refugio entre tus brazos.

Vuelven a reírse mis fantasmas, a señalarme con el dedo, a maldecirme por las noches, a convencerme de que como mejor estoy es callado y dormido.

Vuelve a apuntarme el enemigo, y esta vez eres tú. Y voy a tener que pedirte que apuntes a matar.

Vas a disparar a traición.

Eso lo tengo claro.

No va a haber ni un solo arrebato de sinceridad, porque entonces se va a romper el cristal, la cuerda y los lazos invisibles.

Nos van a ganar de nuevo el miedo y los demonios, y los plomos en los zapatos. Nos va a ganar el sofá cómodo y las noches en vela, y los lamentos cuando llegue el frío y no nos tapen los abrazos.

Eres al mismo tiempo faro y costa da morte. Fortaleza y porcelana frágil. Atardecer y noche triste. Viento vivo del Este. Eres lluvia fresca, la gota que va llenando el vaso, la sinceridad suicida, noches de Mayo y faldas al vuelo.

No sé tú, pero yo no veo ninguna ventaja en esto de perderte. Y aún así, a pesar de todo, creo que voy a tener que acostumbrarme porque nunca gano, porque siempre soy más víctima que verdugo.

Voy a hacerme la idea de que el final está cada vez más cerca, como buen cobarde. Voy a dar otro trago que me queme la garganta y me cure las heridas. Voy a aprovechar los días de paz mientras los haya. Voy a seguir siendo un espectador de una vida que no es la mía.

Yo ya no sé qué tengo que decir.

Y de todas las opciones elijo siempre la de quedar como un idiota.