Perros en pisos de cuarenta metros cuadrados.
Baños compartidos.
Pinzas que caen al vacío tendiendo los calcetines.
Los gritos del vecino de al lado a su madre con Alzheimer.
Muebles siendo arrastrados un sábado a las nueve de la mañana.
Olor a paella los domingos.
Ingleses de vacaciones en el 3º B.
Un beso de despedida en el portal.
Café y tostadas para desayunar el fin de semana.
El wifi desconectándose cada cuatro días.
El pakistaní de la esquina abierto hasta las tres de la mañana para comprar helado después de follar.
Dormirse viendo Netflix todas las noches.
El hueco vacío en el sofá.
Tus fotos en la mesita de noche.
Un par de libros que no consigues acabar.
Las noticias en la radio de despertador.
El late night de turno en la pantalla del teléfono mientras vas a trabajar.
Conversaciones de política.
Peleas por culpa del fútbol.
La luna delantera del coche llena de barro.
El semáforo parpadeando siempre que vas a cruzar la calle.
El supermercado cerrando tarde por tu culpa.
Y tú pidiéndome que me vaya.
Otra vez.
Sin dejar que me haga un hueco en la vida junto a ti.