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Mundo animal.

Un pájaro me ha mirado con cierto descaro, mientras volvía a casa, a pesar de su pequeño tamaño y su apellido común. Diría, aunque parezca imposible, que durante unos segundos escasos nos hemos entendido mutuamente. Él mi ritmo lento, de cierto hartazgo vital, yo su pausa cotidiana justo antes de volver a emprender el vuelo con un leve movimiento de sus alas.

Puede que ambos nos hayamos planteado qué pasaba por la cabeza del otro. Supongo que somos parecidos, y a algunas horas del día probablemente iguales con la necesidad de cubrir los instintos primarios como única meta: comer, reproducirnos y dormir.

Los humanos, a fin de cuentas, somos tan básicos y complicados como puedan serlo el resto de seres vivos.

De algún modo, lo único que nos hace diferentes es esa capacidad de destrucción que tenemos por encima de todo. Somos capaces de destruir cualquier cosa, de destruir ecosistemas, autoestimas, vidas, países, y visto lo visto, también planetas. Todavía es pronto para hablar del Universo, pero podemos lograrlo sin demasiado esfuerzo si nos dan el tiempo suficiente como especie.

Supongo que también es muy humana la envidia, no veo a los perros ni a otros animales de cuatro patas perdiendo el tiempo en esas cosas.

Tenemos algunas ventajas y muchas desventajas, por ejemplo: tendemos a preocuparnos por cosas insustanciales que nos roban tiempo para los temas importantes, tenemos que entrenar nuestra imagen personal y averiguar cómo proyectarla de manera adecuada para hacer creer al resto que somos de este u otro modo.

Todo es muy cansado.

Yo preferiría que mi única misión en la vida fuera mantenerme vivo hasta la mañana siguiente, algo que más o menos se me da bien. Lo demás es demasiado complicado para alguien como yo, que apenas sé levantarme de la cama, comer a buena hora y acostarme cuando debo.

Pero, al parecer, un pájaro granívoro consigue hacerme reflexionar más de lo que podría hacerlo gran parte de la humanidad.

Colisiones.

Accidentes inesperados que acaban siendo como un choque entre estrellas, encuentros  entre dos que pueden desencajar de un momento a otro el universo, por completo. Colisiones entre cuerpos que siendo tan diferentes deciden unirse por un instante y congregar todo lo bueno entre sus pieles, acelerar el pulso, latir sin miedo, reír, llorar, follar sin prisa. Apenas dura unos segundos la sensación eléctrica, la piel de gallina, los pelos de punta, las endorfinas viajando desde el cerebro hasta el ambiente, la confianza en que quien tienes a tu lado no te hará nunca daño, la tranquilidad de dar la vuelta al mundo sobre la cama y de su mano.

Y después de ese soplo de vida todo puede derrumbarse, caer al vacío, dejarte con el corazón ciego y sordo y mudo.

La suerte y la desgracia se mezclan en el día a día, como la saliva, las lágrimas y el barro con la lluvia.

Lo bueno y lo malo siempre vienen juntos, supongo que por eso algunas veces me soportas a tu lado.

Los opuestos atrayéndose siguiendo la ley de Lorentz, sin hacer caso a los tribunales.

Los Jedi y el lado Oscuro de la Fuerza batiéndose otra vez en duelo.

S.H.I.E.L.D contra Hydra.

La cantata ciento trece de Bach frente a la sinfonía número cuarenta de Mozart.

Y mientras el mundo se divide en dos, mientras en lugar de predominar los grises cada vez se hacen más marcadas las diferencias entre norte y sur, este y oeste, buenos y malos; la noche vuelve a sorprenderme mientras te espero, mientras observo por la ventana cómo la gente se recoge de camino a sus hogares y yo me pregunto si alguna vez encontraré el mío, si algún día sentiré que pertenezco a algún sitio más allá de la cuna de la que vine.

Me pregunto si algún día entraré en casa y me darás las buenas noches.

Cómo construir una casa.

¿Qué estás haciendo por tu vida?

Además de subsistir, digo.

Además de seguir la corriente y no pensar demasiado en lo que realmente quieres porque hacerlo supone un esfuerzo, un esfuerzo que acaba haciendo que te des cuenta de la realidad en la que te mueves. El hoy que habitas probablemente dista mucho de lo que imaginabas que sería tu futuro.

Pero cambiar está en nuestras manos.

Cambiarlo todo.

Necesariamente los cambios radicales no tienen por qué ser rápidos, uno puede ir haciendo con su vida lo mismo que hace el agua con la roca, ir moldeándola con el paso del tiempo.

Para acabar fluyendo sin obstáculos.

Aunque muchas veces parece imposible, aunque muchos días no hay manera de quitarse las telarañas del pecho, ni la oscuridad de la mirada. En ocasiones, sólo hay que abrir una rendija para poder respirar y vaciarse por dentro; otras es tan sencillo como permitir que alguien te coja de la mano y te lance hacia delante.

Supongo que todo sería más sencillo si nos dejáramos ayudar en lugar de querer afrontarlo todo solos.

Supongo que estaríamos más tranquilos si aún pudiéramos mirarnos a los ojos cada vez que lo necesitáramos.

Supongo que todo sería mejor sin necesidad de darle demasiadas vueltas a la cabeza.

Yo le pongo parches a la mayoría de las cosas pero no sé solucionar mis problemas de raíz, y creo que a ti te pasa algo parecido. Pero no sé, cuando estoy contigo se me olvida durante un tiempo si seguimos en el Holoceno o si Stephen Hawking estará ya comprobando sus teorías entre agujeros negros. Tampoco soy consciente del movimiento de traslación de la Tierra, de la explotación infantil en talleres clandestinos, de la respiración agónica de algún paciente en la Unidad de Cuidados Intensivos de un hospital terciario.

Lo olvido todo contigo.

Hasta quién soy.

Hasta qué somos tú y yo.

Hasta cómo construir una casa junto a ti.

 

 

En mitad del sombrío invierno.

Nos creemos los héroes cuando quizá no seamos más que los villanos.

Yo sólo sé que soy como un soldado que en plena guerra tiene el brazo roto y no puede sujetar el fusil, y por eso ya no sirve para nada, por eso me mandan a las trincheras y de vuelta a casa en mitad del sombrío invierno (in the bleak midwinter*). Soy a ese al que mandaron en primer lugar a dar la cara, a recibir las balas, los golpes y a llenarse de barro las botas porque mi pérdida no supone nada, porque no soy tan valioso, porque sólo sirvo para sentirme halagado con lo que me toque por fortuna.

Me siento ya en retirada, caminando silencioso entre la bruma y el humo de tabaco, deseando que la lluvia deje de calarme las entrañas para llegar a casa y que alguien, que probablemente no lleve tu nombre, me cure las heridas y me cuide el corazón.

Sabemos que el mundo va a consumirse a sí mismo, que nosotros estamos ayudando a que todo se desintegre más rápido de lo que debía hacerlo. Pero imagina, imagina por un instante que existe una cuenta atrás, imagina que hay un plazo, que tenemos una fecha exacta en la que todo se destruirá.

Imagina que eso va a suceder en cinco años, que entonces el mundo ya no será mundo y tú no serás tú, y tus manos no serán manos. Y todo se habrá acabado, de un instante a otro, todo desaparece y no hay conciencia, ni cultura, ni ricos, ni pobres, ni historia, ni facturas, ni peleas, tampoco miradas cómplices, ni caricias, ni la tristeza de un domingo por la tarde.

Imagina que el mundo tiene fecha de caducidad y que tú tienes un temporizador marcando una cuenta atrás que llegará a cero y lo destruirá todo. Piensa bien a quién querrías dar el último abrazo, el último beso, a quién hablarías por última vez, qué canción escucharías antes de ser parte de alguna estrella, qué comerías la última noche, qué dirías para despedirte.

De verdad, para un segundo.

Un minuto.

Dos.

Tres.

Los que sean necesarios para que pienses un poco.

Mira a tu alrededor, mira tus manos, tus pies, tu cara en el espejo del pasillo.

Mira tus libros en las estanterías, las últimas conversaciones en tu teléfono.

Mira tu vida y piensa si estás haciendo con ella lo que realmente quieres.

Y si la respuesta es no.

Si la respuesta es no, cámbiala porque quizá el mundo no acabe tan pronto, pero el tiempo pasa rápido, y entonces respirar no te habrá servido para otra cosa que para doler, y estoy convencido de que no hemos venido al mundo para eso.

Si la respuesta es no: sal de casa, búscale, llama a su puerta para quedarte, y aprovecha el tiempo hasta la muerte o hasta el fin del mundo, lo que llegue antes.

*In the Bleak Midwinter, es un poema de la poetisa inglesa Christina Rossetti. Fue una frase popular entre los soldados de la Primera Guerra Mundial. Aparece en varios capítulos de la serie de la BBC Peaky Blinders.

Todo se soluciona.

Algunas veces todo se soluciona cantando mal la letra de cualquier canción de Varry Brava.

Algunas veces todo se soluciona dejando las ventanas abiertas para que se paseen las moscas de un lado a otro de la casa.

Algunas veces todo se soluciona con un esguince mal curado.

Algunas veces todo se soluciona echando a perder una botella de buen vino.

Algunas veces todo se soluciona cerrando los ojos y caminando con las manos por delante.

Algunas veces todo se soluciona tirando la basura por la mañana.

Algunas veces todo se soluciona sin mirar el teléfono móvil.

Algunas veces todo se soluciona cortando un trozo de queso, comiendo un poco de chocolate, comprando unos calcetines nuevos.

Algunas veces todo se soluciona en la barra de un bar.

Algunas veces todo se soluciona acercándose al mar en pleno invierno, dejando que caigan estatuas de sal, viendo llover sin necesitar paragüas.

Algunas veces todo se soluciona cenando sobras del día anterior.

Algunas veces todo se soluciona olvidando algo.

Algunas veces todo se soluciona leyendo libros de autores sin nombre.

Algunas veces todo se soluciona resolviendo mal una ecuación o cuando cae una manzana del cuenco de la fruta, o cambiando las sábanas, o tirando de la cadena.

Algunas veces todo se soluciona cuando cae la noche.

Algunas veces todo se soluciona en los lavabos de una discoteca, en la parte trasera de un coche, en un cuarto oscuro.

Algunas veces todo se soluciona yendo despacio o muy muy rápido.

Algunas veces todo se soluciona huyendo o volviendo a casa.

Algunas veces todo se soluciona en solitario o con compañía.

Algunas veces todo se soluciona en la imaginación.

Algunas veces todo se soluciona, aunque parezca una auténtica estupidez.

 

Corazones descalzos.

Las tormentas recientes nos han pillado desprevenidos, ni las nubes tornándose negras nos hacen darnos cuenta muchas veces de lo que sucede a nuestro alrededor. Y ha vuelto a llover con fuerza, y he querido ir tras de ti para mojarme contigo.

He vuelto a quedarme atrás viendo cómo te alejas unos pasos para que vuelva a apretarse el nudo en la garganta, para que vuelva a desaparecer esa falsa sensación de seguridad con la que siento me abrazas algunas veces. Pero esa seguridad ni siquiera existe, ni para ti, ni para mí, ni para el resto de mortales, porque lo único que tenemos asegurado es que estamos vivos ahora, que ahora mismo respiramos pero quizá mañana no.

Y estamos desperdiciando minutos, valiosos segundos, de nuestras vidas enfadados con el resto, solucionando problemas que no tienen solución, luchando por lo que no hay que luchar, permitiendo lo que no debemos permitir, dejando pasar lo que no debemos dejar pasar. Cuadrando el círculo. Desmontándonos a diario cuando podríamos buscar a alguien que no dejara que fuéramos perdiendo las piezas, o que fuera capaz de recogerlas y colocarlas en su sitio al llegar a la cama. Sin hacer ruido, y dejándonos un beso suave en la nuca.

Alguien que nos diga que no hay que temer las tormentas porque juntos somos casa.

Qué putada que nos sepamos únicos pero que nos comportemos como si no lo fuéramos. Qué putada que nos queramos pero que no nos tengamos siempre que queremos.

El amor es más sencillo de lo que creemos, porque al final lo único real es lo que hay cuando dos personas se encuentran y dan igual los cuerpos desnudos, las palabras que se callan y se gritan. Lo importante es mirarse en los ojos del otro y ver tu reflejo, fiel espejo, y entender que estás sonriendo sin darte cuenta porque le tienes delante. Y que no hay agendas, ni hojas de calendarios que nos tengan que marcar los tiempos pero que a la vez tenemos que romperlos todos.

Si al final lo que importa de verdad es que en la oscuridad, en medio de esa espiral caótica de cuerpos empapados en sudor, nos tocamos con los corazones descalzos.

Tierra, mar y aire.

Lo nuestro debería consistir en hacer fuego con los cuerpos, dejar el invierno fuera de casa y que no tuvieran que temblarnos las manos cada vez que nos decimos adiós. Lo nuestro debería ser besarnos en las bibliotecas, rodearnos las cinturas y dejar que nos mojaran las nubes. Lo nuestro debería ser de eso que nunca se acaba.

Lo nuestro.

Pero nunca digas nunca.

Con ella sería capaz de hacer cualquier locura, porque sólo necesito papel y lápiz, y saber que está conmigo. Con ella cogería el poco dinero que tengo, un par de libros y me perdería en cualquier cabaña sin necesidad de nadie más.

Con ella se ha parado el tiempo, y no hay camino que me parezca demasiado largo si sus pasos me acompañan. Y el mundo se me queda pequeño si tengo que prometerle algo.

He soltado los pájaros y no volverán hasta la primavera. Vamos a tener tiempo de ver caer las hojas de los árboles, de que florezca el amor por dentro, y de que el sol despierte de nuevo a los ríos el 21 de marzo.

Y es que ella es de esa clase de personas que te incita a abrazarla, a protegerla entre tu pecho, a parar desahucios, a crear aviones de papel, a mirar las estrellas con los ojos cerrados y enfrentarte al ejército con flores en lugar de balas.

Y es que ella es de esa clase de mujer que te incita a desnudarla, a arrancarle las bragas, a besarle las caderas, a morder sus clavículas, a acariciar sus manos, a taparle los ojos, a que te arañe la espalda y te deje tatuajes en los brazos.

Ella es lava y hielo a partes iguales.

Ella es la carne y el cañón.

Ella es el horizonte infinito desde la playa.

Ella es la luna bostezando entre la niebla.

Ella es una línea negra en medio de un folio en blanco.

Ella es tierra, mar y aire.

Ella es el hielo deshaciéndose en tus labios, el alcohol en tus arterias, la música en tus oídos, el aire en tus pulmones.

Pero la historia es tan injusta que cada vez que me besa me da la vida y luego me la quita.

Cenizas y miserias.

Nos han puesto otra trampa y no la he podido esquivar a tiempo, y estoy de nuevo de bruces contra el suelo. He perdido la cuenta de las despedidas y los reencuentros, de las tragedias, de los refugiados y de los fantasmas que conviven con nosotros.

Yo creo que sabes más de lo que dices, que tienes más poder del que crees, y que hay respuestas que aún no has dado a conocer. No tendrías por qué haber usado el miedo conmigo o contra mí. No era necesario. Soy capaz de asustarme sin necesidad de dar un paso para adentrarme en el bosque.

Y ahora que todo quiere oler a los ochenta, ahora que todo el mundo quiere tener carteles luminosos y perseguir Nexus-6 por las calles. Yo busco la paciencia en páginas de libros que aún no estoy preparado para entender. Y otros más sabios me hablan desde hace siglos y saben lo que pienso mucho mejor que yo.

Supongo que todo sigue siendo una ilusión y que no hay verdad en todo esto.

Supongo que tarde o temprano voy a despertar desconcertado por este sueño tan largo y extraño.

Igual estaba vivo y no he sido capaz de darme cuenta a tiempo.

Solo quiero que llueva tan fuerte y constante como en Blade Runner. Y que alguien se apiade de mí al final y me rescate de caer desde la cornisa de un edificio.

Has hecho que me pierda y me has dejado sin hilo de oro delante del minotauro. Y ahora no sé volver a casa.

Quizá todo esto no es más que otra expresión agónica, otras cuatrocientas palabras sin sentido que he dejado caer sobre una página en blanco. Quizá todo esto no sea más que otro final que no importa y va a servirnos de catarsis.

Volveremos a ser el ave fénix que resurge de sus propias cenizas y miserias, y emprende un nuevo vuelo hacia ninguna parte. Con total libertad, sin cadenas.

Lo peor de todo es que yo no te buscaba, que todavía estaba quitando las malas hierbas que me habían crecido por dentro, que estaba en plena crisis existencial y más desprotegido que nunca.

Ahora nos encargamos de respirar hondo y mordernos la lengua cada vez que hablamos.

Y aún así parecemos eternos.

Creo que lo que nos conviene es seguir abrazándonos hasta que todo acabe, por si acaso.

Creo que nos conviene bailar mientras los demás duermen.

Robin Hood.

Las luces apagadas de su casa me hacen saber que ya no está. No tengo ni idea de dónde ha ido y me tiembla la mano si pienso en coger el teléfono y marcar un número que me sé de memoria aunque lo borrara de la agenda. Hace mucho que no compartimos vicios, ni un poco de vida. Y los recuerdos en color sepia no nos sirven. Y nada importa. Y ahora está todo tan muerto como esas plantas que dejamos secar al sol al irnos de vacaciones.

Siempre me debatí entre ser dueño de tu corazón o de tus ojos, y cuando sopla la brisa desde el mar aún te recuerdo desnuda en mis brazos.

Ya no sé dónde voy a ir, ni cuál es mi objetivo.

Esta montaña rusa diaria me ha desorientado por completo y estoy todavía demasiado lejos del olvido. 

¿Recuerdas que teníamos un plan?

¿Recuerdas que sabíamos lo que queríamos?

¿Recuerdas cuando me decías que me creía un Robin Hood moderno?

¿Recuerdas que siempre he intentado lo imposible?

Ahora hay pocas cosas ya que me dejen sin aliento, y ni siquiera tengo tanta hambre como para querer comerme el mundo como antes. Jugamos como adolescentes a ser príncipes y princesas, y nos dejamos llevar por el viento sin tener ni idea de que podíamos rompernos como dos vasos de agua al borde de una mesa.

He perdido la esperanza y no creo ni en mí mismo, ni en los demás.

La batalla está aquí dentro desde que tengo el corazón ardiendo y apunto de destrozarlo todo. Y no sé si la resistencia va a ser capaz de entrar en mi cabeza como hizo la Nueve en París aquel 24 de Agosto del 44. No sé si yo soy capaz de volar tan alto como lo hicieron antaño nuestros sueños.

Dudo que en estos momentos pueda seguir poniendo a los demás por delante de mí, y lo que más me importe sea devolver su dinero a los pobres. Dudo que siga siendo tan valiente como para pelear contra Goliat.

Sólo quiero dormir, como esos viejos de ojos cansados e historias largas.

Estoy cansado de caminar cada noche sobre los tejados poniendo a prueba mis siete vidas.

Cerrar los ojos.

Respirar.

Volver a nacer en algún momento.

Y hacerlo todo mejor.