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Cuando Lorca nos susurra.

Nos cuesta decidirnos a hacer algo, tomar una decisión. Siempre resulta complicado decantarse, elegir, tomar partido. Mucho más cuando hay sentimientos de por medio y se entremezcla la pasión, la culpa, la pena, el amor, la responsabilidad. Es complejo cuando nuestras decisiones afectan a alguien más, más allá de a nosotros mismos.

En los tiempos que corren parece que pensar en uno mismo se ha vuelto egoísta, como si al final del día no lleváramos a nuestras espaldas los problemas y soportáramos solos la carga, como si estuviera mal anteponer el propio bienestar alguna vez y dejar a los demás pendientes de leer.

Algunas veces nos buscamos cadenas o nos las encontramos, y luego nos damos cuenta de que no queremos arrastrarlas más pero es demasiado tarde como para rectificar, corregir aquella mala decisión del pasado que nos ha traído hasta aquí dando tumbos.

Pero no es cierto.

Mientras seguimos vivos estamos a tiempo, por suerte. Siempre estamos a tiempo para casi todo. Para darnos cuenta, para dar el paso. Es cuestión de tomar impulso en el momento adecuado y saltar, aunque sea con los ojos cerrados.

Mientras respiramos siempre queda una oportunidad.

Y es que no lo digo yo, lo dijo Lorca que aún nos susurra desde su tumba anónima, aunque no sepamos dónde está nos sigue cantando al oído con esa dulzura tan suya, desde la lejanía incorregible de su cruel destino:

“La vida es amable, tiene pocos días y tan sólo ahora la hemos de gozar.”

¿Por qué no le haríamos caso esta vez al poeta? ¿Por qué no si él sabe bien de lo que habla?

Deberíamos recorrer el mundo sin perdernos un detalle, empapándonos de lluvia, de besos, de risas. Deberíamos sonreír y mirar al cielo mientras queden minutos de sol y sigan habiendo estrellas que corren más rápido que nosotros. Deberíamos armarnos de agallas y gritar a pleno pulmón nuestra verdad.

Y es que ya no se trata de huir juntos porque eso es de cobardes. Debería ser tiempo para construir nuestro camino y que nadie nos pueda quitar eso esta vez. Hacer de nuestro amor el mejor recorrido.

Que sí, hazme caso, aún podemos salvarnos juntos.

[Teníamos todas las de perder y aún así nos dejamos llevar. La velocidad en tu pelo, el tiempo parado en otra carretera más. Los kilómetros y los recuerdos a nuestras espaldas. El pasado sin ser ya una carga para nosotros. Decidimos coger lo poco que teníamos e irnos a ninguna parte. La suerte está echada y nos tenemos el uno al otro. Tu mano sobre la mía en el cambio de marchas, la radio encendida, el olor a tabaco en la ropa y el cenicero lleno. Abrazos, miradas. En medio de la nada. Esta locura debe ser eso a lo que llaman vida.]

El verano de nuestras vidas.

Es domingo y el corazón siempre se resiente.

Me vienen a la cabeza las noches contigo, las risas, los besos a escondidas, la adrenalina en las venas o en cualquier otra parte.

Y no sabes lo que me jode ver que este tampoco va a ser el verano de nuestras vidas, que pasan los días y las noches y seguimos intentando respirar a pleno pulmón pero no lo conseguimos.

Y la pena de ver que no hemos quemado los miedos, que seguimos sin ser un par de temerarios capaces de enfrentarse a todos sus demonios y a los de los demás.

Ahora soy sólo un esclavo que no quiere desprenderse de sus cadenas y que se queda encogido en la humedad de la bodega de una embarcación que no va a ninguna parte, un navío que se dedica a zozobrar y a intentar resistir a las tormentas que se suceden una tras otra.

Me has dejado marcas invisibles y algún que otro nombre de galaxia en la cabeza.

Yo, que te habría dado a elegir el lado de la cama, que te habría dado besos inesperados, que te habría hecho castillos de arena en los que no hay monstruos ni princesas.

Yo, que te habría abrazado por la espalda mientras contemplas cómo nos deja el sol tras el mar, que te habría tapado los ojos antes de darte un regalo el día menos pensado.

Yo, estoy lejos de ser perfecto pero lo habría intentado por ti.

Pero tuviste que pensarlo demasiado.

Y eso nunca es buena señal.

Tengo ahora un par de llantos atrapados en el cuerpo, y cientos de nudos en la garganta, porque yo te necesito y tú a mí no. Estigmas en la piel y una mirada translúcida llena de recuerdos que quizá sólo son sueños.

Y a pesar de todo, de que sea verano o el más frío de los inviernos, sé que no hay futuro que valga la pena lejos de ti.