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Sin pentagrama.

Era cuestión de bailar al mismo compás, de dejarnos llevar por los acordes hasta la siguiente melodía, y de pronto nos quedamos sin pentagrama, y las notas llenaron el suelo del salón como los trozos de vidrio de una copa de vino que se rompe en medio de una discusión.

Dejamos de mirarnos a los ojos y de hablarnos a la cara.

Dejamos de querernos en la cama y fuera de ella.

Dejamos de sujetarnos la cintura y ponernos el paracaídas.

Lo dejamos todo.

Y nos perdimos.

Lo único que siempre dijimos que no dejaríamos que sucediera.

Yo te prometí que siempre estaría, pero no me quedo nunca en los lugares en los que no soy bien recibido. No quiero pisar baldosas que no sean amarillas, ni tener llaves de un corazón que no me quiere de huésped.

Al final va a crecer la indiferencia, como lo hace la mala hierba en un jardín que no se cuida, como la podredumbre entre la fruta que no se come.

Espero que no llegue el odio, porque de ahí sí que no se sale.

El odio lo hace todo más horrible, echar la culpa al otro, tomar una distancia insana, permitirte el lujo de hablar mal de la persona a la que quieres o has querido. No me gustaría formar parte de esa rueda, entrar en ese círculo vicioso y que acabes siendo sólo un punto insignificante. Tú que lo has sido todo sin saberlo, que has llenado todos mis huecos como nadie lo había hecho antes, que me habías devuelto las ganas de respirar sobre la superficie.

Tú que te habías convertido en el sol que lo bañaba todo, en objetivo y en medio, en la lente a través de la cual poder ver.

Tú que te habías convertido en el eje, en la columna sobre la que apoyarme, en el bastón al que sujetarme cuando perdía el equilibrio, en mi sexto sentido.

Yo que sólo quería ser tu amigo, tu amante, tu alivio.

Ahora soy tu olvido.

A pesar de todo, entre este dolor, esta ansiedad, este no saber qué va a pasar conmigo, estoy tranquilo porque he sido de verdad estando a tu lado.

Aunque ahora me toque volver a bailar solo.

[He vuelto al lugar que me corresponde.]

Cenizas y miserias.

Nos han puesto otra trampa y no la he podido esquivar a tiempo, y estoy de nuevo de bruces contra el suelo. He perdido la cuenta de las despedidas y los reencuentros, de las tragedias, de los refugiados y de los fantasmas que conviven con nosotros.

Yo creo que sabes más de lo que dices, que tienes más poder del que crees, y que hay respuestas que aún no has dado a conocer. No tendrías por qué haber usado el miedo conmigo o contra mí. No era necesario. Soy capaz de asustarme sin necesidad de dar un paso para adentrarme en el bosque.

Y ahora que todo quiere oler a los ochenta, ahora que todo el mundo quiere tener carteles luminosos y perseguir Nexus-6 por las calles. Yo busco la paciencia en páginas de libros que aún no estoy preparado para entender. Y otros más sabios me hablan desde hace siglos y saben lo que pienso mucho mejor que yo.

Supongo que todo sigue siendo una ilusión y que no hay verdad en todo esto.

Supongo que tarde o temprano voy a despertar desconcertado por este sueño tan largo y extraño.

Igual estaba vivo y no he sido capaz de darme cuenta a tiempo.

Solo quiero que llueva tan fuerte y constante como en Blade Runner. Y que alguien se apiade de mí al final y me rescate de caer desde la cornisa de un edificio.

Has hecho que me pierda y me has dejado sin hilo de oro delante del minotauro. Y ahora no sé volver a casa.

Quizá todo esto no es más que otra expresión agónica, otras cuatrocientas palabras sin sentido que he dejado caer sobre una página en blanco. Quizá todo esto no sea más que otro final que no importa y va a servirnos de catarsis.

Volveremos a ser el ave fénix que resurge de sus propias cenizas y miserias, y emprende un nuevo vuelo hacia ninguna parte. Con total libertad, sin cadenas.

Lo peor de todo es que yo no te buscaba, que todavía estaba quitando las malas hierbas que me habían crecido por dentro, que estaba en plena crisis existencial y más desprotegido que nunca.

Ahora nos encargamos de respirar hondo y mordernos la lengua cada vez que hablamos.

Y aún así parecemos eternos.

Creo que lo que nos conviene es seguir abrazándonos hasta que todo acabe, por si acaso.

Creo que nos conviene bailar mientras los demás duermen.