La Dama blanca (IV).

En capítulos anteriores…

Podría haber sido mucho peor. Era la frase que el médico y las enfermeras le repetían cada vez que pasaban a visitarlo. Todavía seguía encamado, con una pierna inmovilizada y demasiada somnolencia. Desde el accidente, Thomas había pasado de la vigilia al sueño prácticamente desde el inicio. Por suerte, todo había quedado en un buen susto, una fractura de fémur y un traumatismo cerebral, que había evolucionado bien. En la mente del ex-policía los recuerdos se mezclaban con la realidad, y el presente se diluía en el pasado sin que fuera consciente de dónde estaba ni de lo que había sucedido.

-Tienes suerte de seguir respirando.-le dijo la enfermera después de que abriera los ojos por primera vez tras el accidente y volviera a conectar con la realidad.

A Barker le vino a la cabeza El Búho y la forma en la que se había esfumado su única manera de llegar a la Dama Blanca. Se maldijo internamente por haber sido tan torpe como para haber acabado tendido en medio de la calle después de sufrir un atropello. Había estado un mes más muerto que vivo, y después apenas recordaba nada del letargo en el que había estado metido por culpa de los calmantes. Era curioso como de pronto estabas más en el otro barrio que en este sin darte cuenta, sin importarle a nadie. No constaban visitas ni llamadas a su nombre en el registro del hospital y eso le pareció lo suficientemente triste como para darse cuenta de la vida que tenía. Patrick Thomas Barker era un fantasma en un mundo cambiante, un mundo que comenzaba a complicarse de una manera que, a principios de siglo, pocos podían imaginar.

-No sabía que habías acabado estudiando medicina. -dijo Barker, mientras se incorporaba ligeramente de la cama.

-Han cambiado muchas cosas desde la última vez que nos vimos, Patrick. -Sin que fuera demasiado evidente, el detective observó la manera en la que Raina sujetó los papeles dejando su anillo de casada a la vista, y asintió.

-Por supuesto. – Él había pasado de ser un policía prometedor a un detective que se ganaba la vida como podía, dejando atrás el honor y la justicia para dar paso a la supervivencia, porque normalmente unas cosas están reñidas con las otras en la vida y tampoco se puede tener todo. A Barker le quedaba algo de dignidad, un puñado de dólares, y un piso que suponía que seguiría estando a su nombre después de un mes sin pasar por allí. – Me alegro de que las cosas te vayan bien, Raina.

-Yo me alegraría de que a ti te fueran algo mejor. -Ambos intuyen en sus miradas los retazos de un amor joven que se esfumó sin materializarse de ningún modo, esa clase de sentimientos que se guardan idealizados y que es mejor que nunca sucedan para no darles la oportunidad de fracasar.-Volveré a verte mañana. – En el fondo, el detective sintió una punzada profunda y por primera vez en un mes no fue el dolor que le recorría el cuerpo, fue el momento exacto en el que entendió el sentimiento de pena que, sobre todas las cosas, había despertado en ella.

Después de un rato el detective pensó que debía dar señales de vida. Barker respiró hondo antes de intentar levantarse de la cama, sintió los músculos flácidos y más blandos que nunca, como los de un bebé que parece no tener huesos vertebrándolo por dentro. Tomó prestadas las muletas del paciente de al lado, que suponía que mientras echaba un sueño no las necesitaría, y con bastante esfuerzo salió de la habitación. Se impulsó lentamente y avanzó por el pasillo hasta llegar a la recepción del hospital.

-Necesito hacer una llamada.

La enfermera le echó un vistazo por encima de unas gafas de pasta con forma de ojos de gato.

-Creo que no debería haberse levantado de la cama, y mucho menos haber salido sin permiso.

-Yo también lo creo, hágame caso, pero necesito hacer una llamada importante. He estado un mes aquí metido sin que nadie tuviera noticias mías.

La enfermera abrió una pequeña puerta que separaba el mostrado del pasillo, y permitió que Barker pasara.

-Una sola llamada.

-Como si estuviera en prisión.-Rebuznó Patrick, y la enfermera soltó una risa contenida antes de volver a sentarse y seguir mirando el libro de registro.

-Con Oliver Johnson, oficinas generales de Johnson and sons, de parte de Patrick Thomas Barker. – Los ruidos al otro lado del cable siempre le molestaban pero en aquel momento se le clavaban como agujas bajo las uñas. Después de unos cuantos tonos escuchó la voz rasposa del primogénito de los Johnson.

-Sólo usted podía volver de entre los muertos, Barker.

-Todavía no he vuelto del todo, señor Johnson.

-Al menos sé que no ha desaparecido con la joya.

-De eso quería hablarle, llevo un mes luchando con la Parca y hemos decidido dejarlo para otro momento. Me atropellaron cuando estaba a punto de pillar a Timmy el búho. En cuanto salga de aquí me pondré manos a la obra, señor. – En el fondo tener que arrastrarse por trabajo le parecía repugnante pero quería poder seguir comiendo cuando saliera del hospital.

-Hablaremos a tu vuelta, Barker. Tengo novedades.

-De acuerdo. Me pondré en contacto con usted, señor, espero que muy pronto.

El detective colgó y le agradeció a la enfermera que le hubiera permitido realizar aquella llamada.

-La invitaría a un café si pudiera sostenerme sin las muletas.

La mujer ni se inmutó, Barker era poco más que una sombra de lo que había sido. Un mes sin sol, sin actividad y sin estar despierto le pasaban factura hasta al más pintado. El ex-policía volvió a la habitación empujando las muletas contra el suelo poco a poco, avanzando lentamente por un pasillo casi solitario, sintiendo un cansancio que le atenazaba las costillas y los brazos. Al llegar a la sala, dejó las muletas y se dejó caer sobre la cama deshecha.

Un día menos para volver a la normalidad, o a lo que fuera que era su vida de antes.

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