No sé si es peor el amor o la resaca.
A estas horas del día todavía me duele la cabeza después de tantas cervezas, chupitos y copas desde el sábado por la tarde. El desorden lo llena todo, como ese caos quebradizo que se escurre y me resbala entre los dedos mientras te toco, mientras tu saliva me va dejando huella mimetizándose con mi piel. La música electrónica me taladra la cabeza y me lloran los ojos por culpa del humo de tus cigarros, y me gusta.
Me gusta del mismo modo que me gusta tu sonrisa cuando se enreda con la mía, y nos lanzamos a un abismo de sudor y lágrimas del que saldremos arrastrándonos.
Como se sale de cualquier amor que está destinado a fracasar.
Como se sale de cualquier amor que no es amor, que sólo es fricción y magnetismo, y unos polvos que se acaban agotando por el camino.
Lo superficial, la fachada, la apariencia.
El muro que acaba cayendo después de unas semanas o unos meses y hace que me dejes olvidado, que se apague la llama, la chispa, las ganas, las miradas.
El frágil cristal que cae al suelo y me deja recogiendo los pedazos cuando ya estás lejos.
Y yo me corto y sigo sangrando aunque para ti ni siquiera exista ya la herida, ni la recuerdes.
Es tan malo tener recuerdos y memoria.
Es tan malo mirar el calendario y recordar fechas y aniversarios que ya no tienen sentido.
Y tener anotaciones que sólo entendíamos nosotros en cualquier libreta en blanco.
Es tan malo mirar fotos y tener espinas clavadas en las manos.
Y no ser ya capaz de tocar a nadie más.
Tengo claro que después de ti prefiero las resacas, a la mierda el amor.