Te quisimos casi sin querer, sin darnos cuenta, sin ser conscientes, como pasa con las cosas buenas de la vida. Fuiste haciéndote hueco entre nosotros como los rayos de luz entre las nubes oscuras de los días malos.
A golpe de sonrisas y cervezas, y quitarle importancia a los problemas de la vida.
A golpe de echar una mano y hasta el hombro si era necesario.
La vida es tan dura a veces, tan difícil, tan complicada, y de pronto se esfuma, y te hace pensar que luchar no merece la pena, ni esforzarse. Y, sin embargo, tú has tenido que combatir la pérdida, el vacío eterno de perder a tu único amor, el futuro truncado. Has sido ejemplo de dignidad y lucha siempre sin querer, relativizando el dolor, la soledad, la tristeza inabarcable.
Te seguiremos esperando para tomar una servesica después de ensayar, para ir a escuchar algo de jazz en el Jimmy Glass, para improvisar sin poder ver la partitura o echarnos el primer café antes de salir de pasacalle.
Supongo que estarás riéndote de nosotros mientras lloramos por tu ausencia, chistando un arrea melón para sacarnos la sonrisa que la enfermedad no logró arrancarte a ti.
Espero que lo primero que hayas hecho al llegar allá arriba haya sido darle un beso al Cari, pedir una caña y echarte un buen solico de trompa.
La eternidad ya es vuestra.
PD: Prometo seguir escribiendo siempre para que me leas, amigo.