Eres todos los corazones rotos de los que hablan las canciones, todas las historias que comienzan pero nunca llegan a pasar.
Eres el limbo.
El purgatorio.
El horizonte que miras desde la ventana del avión pero nunca alcanzas.
No podré ni sabré olvidar.
Permanezco entre dos mundos.
Entre la realidad y la ficción.
Entre tu música y la mía.
En mi cabeza está lloviendo todo el día y las nubes han venido a pasar una larga temporada, y los cortes en lugar de curar se están macerando, consumiéndome desde dentro con recuerdos y palabras, lagunas y fiebre.
Los periódicos y el café de las mañanas siempre hablan de ti.
La memoria es tan curiosa que nos permite guardar caricias, aromas y sensaciones en el mejor de sus rincones y los rescata cuando menos los necesitamos.
Esas imágenes que nos desmontan y se nos atragantan en el pecho.
En lugar de encontrarme me estoy perdiendo cada vez más, porque quizá todo se reduzca a eso, a perderse a uno mismo por completo para volver a mirarse al espejo y saber a quién quieres al lado y a quién no.
Saber quién te da fuerzas y quién te las quita.
Saber quién estaría dispuesto a desangrarse por ti y quién quiere sólo beber de tu sangre.
Saber quién cruzaría la frontera por ti y quién esperaría a que la cruzaras tú.
Y no sólo es saber, es cuestión de sentir.
Y de verdad que lo siento.
Quererte tanto.
Habernos roto para siempre.