Miro alrededor y no soy capaz de deshacerme de tus cosas, como si en algún momento fueras a volver para pedir asilo político, como si llegado el momento al entrar de nuevo en la casa y ver las cosas de siempre en sitio distinto fueras a sentir el mismo dolor que siento yo al no poder sostenerte la mirada.
Será la decepción, o la traición, lo que me impide perdonar y olvidar.
Será que todavía espero el gris de diciembre de tu mano.
Será que me he condenado a no curarme nunca de ti.
Yo mismo he decidido permanecer en el dolor y en lo imposible durante todo este tiempo.
Lo digo sin arrepentimiento.
Agradeceré siempre las caricias, los besos, y que estiraras de mi mano siempre que perdía el equilibrio sobre el precipicio.
Agradeceré siempre las ciudades que nos han visto juntos, las dedicatorias, los cuidados invisibles, la preocupación sincera, las verdades compartidas.
Agradeceré siempre las miradas cómplices, los abrazos y las risas de madrugada por encontrarnos bajo las sábanas.
Agradeceré siempre los libros, los paseos, los secretos y hasta el miedo constante a perderte (y a perderme por ello).
Agradeceré haber sido, haber estado, haber parecido.
Agradeceré habernos querido, amado y follado sólo a ratos.
Agradeceré no habernos tenido nunca por completo,
Porque así seremos eternos.