No hay perdón para los salvajes y tenemos que protegernos.
Vienen malos tiempos para la gente buena, parece que nos quieren comer con las banderas y los gritos desde las cavernas.
No sirve la dialéctica contra la barbarie y vamos a tener que pedir agallas para poder hacer frente con el cuchillo entre los dientes.
Formar parte del conflicto, del nudo y del desenlace.
No estamos preparados para este viaje al pasado, para ver lo mal que huelen las cloacas y las mentes de ideas cerradas.
Nos toca montar las barricadas, encender la llama de la lucha y alzar el puño.
Y el vuelo.
Somos todo rabia.
Rabia, hastío y desazón.
Lo único que consigue darme algo de paz entre tanto desengaño es sentir la tibieza de tus manos, tu sonrisa camuflada en medio de nuestra triste historia, el silencio cuando no hay nada más que añadir, tu colonia en mi ropa, el atardecer naranja entre los edificios de ladrillo.
Contigo no puedo negociar, siempre dejo que me dispares a dar.
Ojalá pudiera devolverte algún día todo lo que tú, sin saber, me das.
Acabo, otro día más, con las manos en los bolsillos esperando a que llegues, mirando al cielo, dejando que pase el tiempo, pensando en voz baja:
Amor, no se puede evitar lo inevitable.