A temporal de lluvia y truenos no te gana nadie.
Has pisado de nuevo los charcos salpicando a quien pasaba por tu lado.
He encendido las luces del pasillo para ver si estabas al final.
Y nada.
Todo esto sigue siendo atemporal.
Promesas sin realizar.
Y el olvido nunca es fácil.
El ritmo electrónico me machaca los oídos y las entrañas, y vuelvo a despertar empapado de rabia, daño y efectos colaterales.
No dejas de aparecer y desvanecerte junto a mí, como esas farolas que parpadean en las historias de terror que acaban todavía peor de lo que imaginabas al principio.
Y es curioso porque sigues haciendo que todo deje de importar, la decadencia de la sociedad, el abismo hacia el que camina la humanidad, la extinción de las especies en peligro, el Apocalipsis zombie, la incorrección de los correctos.
Podríamos perdernos de nuevo, que nos de igual lo que pongan en la tele, preguntarnos por si acaso hay algo del otro que aún desconocemos, bebernos como si fuéramos el primer café de la mañana.
Podríamos salir de nuevo esta noche y dejar que hablen la música y la luna por nosotros.
Podrías volver a golpearme en el centro del pecho y empujarme contra el sofá.
Podrías echarle ovarios y ganas, y dejar atrás la falsa sensación de libertad que buscas.
Podrías apagar el ventilador y quitarme la camisa, soltarte el pelo, dejar que me abra hueco en ti casi sin darnos cuenta, vivir pegados, formar parte del otro, esperar el final borrachos y desnudos en el balcón, con la sonrisa del que ya no tiene nada que perder en la vida.
No te gana nadie, y yo siempre pierdo pero me lo dice bien Varry Brava:
“Y cuando no pueda aguantar saldré a buscarte una vez más.”