Abandonamos el nido una vez para no volver jamás.
Pasamos nueve meses volando sin necesidad de tocar el suelo.
Pensé que eso era posible hace tiempo, cuando aún veía tus alas.
Pero ya no lo recuerdo.
Y ahora me parece que sólo soy una bestia buscando su sitio, herido en medio del bosque tratando de llegar a algún lugar en el que mantenerme a salvo.
No lo hay.
Ya no existe, y no sé si todo ha sido un puto espejismo.
Estamos condenados a vivir dentro de esta tragedia hasta el fin.
Y resistir, aunque estemos en las últimas y esperando un latido fuera de sitio.
Y perdonar.
Y saltar, porque está demostrado que es la única forma de avanzar cuando tienes miedo.