Algunas veces hay que huir de verdad, dejar que el humo difumine nuestra silueta en medio de la noche, permitir que la lluvia borre nuestras huellas.
Y caminar sin mirar atrás.
¿Hacer daño a los demás para protegernos o hacernos daño a nosotros mismos para proteger a los demás? Sea cual sea la respuesta saldremos heridos y llenos de recuerdos de los que no podremos deshacernos. Nos sentiremos culpables y nunca tendremos la conciencia tranquila, por mucho que tratemos de redimirnos.
Ahora me he convertido en uno de esos pájaros sin alas, que quieren volar pero no pueden, y empieza a haber perdones que no puedo pronunciar en voz alta.
De todos modos, si hubiera sabido que ibas a acabar conmigo me habría acercado igual. Nunca he tenido buen olfato para el peligro, ni miedo a aquello que creo que merece la pena.
Sólo espero que mientras esté lejos sepas vivir, yo aún no he aprendido a hacerlo sin ti.