Otro beso al borde del abismo, el sudor cayendo por la espalda y el nudo en la garganta.
Y la esperanza hace tiempo que se quedó a los pies de la cama.
He oído tantas veces que la paciencia siempre tiene recompensa y yo aún no la he paladeado, sólo tengo el sabor amargo al final de la lengua que me dice que he perdido, que no importo, que no valgo, que no sirvo más que para que se limpien el barro de las botas sobre mi espalda.
Y aquí sigo robando besos furtivos mientras me pudro por dentro, mientras mis huesos se convierten en cenizas que cualquier mala racha de viento se lleva bien lejos.
Nunca debí darte permiso para todo, nunca debí olvidarme de mí para ponerte siempre por delante, nunca debí dejar que me convirtieras en polizón en este viaje; oculto en las sombras a la vista de todos y de nadie.
Habría parado antes, antes de sentirme tan roto, tan extraño, tan lejos de mí mismo.
Habría parado cuando aún tenía dudas, cuando no sabía si eras lo que quería y necesitaba, cuando sólo era un cuerpo contra otro cuerpo y apenas me importaba si sobrevivíamos juntos o acabábamos cada uno por su lado.
Habría parado si hubiera podido, si hubiera querido, si hubiera sabido.
Ahora me miro al espejo y me veo distinto, y sin embargo, no consigo sonreír de verdad sin que todo queme por dentro, sin que salga pus de las heridas.
Estoy otro día, otro maldito domingo en soledad, esperándote con café y ha vuelto a quedarse frío.
Yo no quería vivir de recuerdos, quería experiencias nuevas contigo.
Y has hecho que tenga que conformarme con la memoria mentirosa y las fotografías que sólo guardamos tú y yo.
ME GUSTA