Un día todo se va a la mierda sin saber muy bien cómo has llegado hasta ahí. Te despiertas de madrugada con el corazón a punto de salir por tu garganta y un temblor frenético te hace ser consciente de la mentira en las que has estado metido. Te preguntas sin poder parar cómo has permitido que alguien se adueñe de ti sin darte cuenta, cómo has conseguido reducirte al mínimo y quedarte escondido en un rincón mientras los demás siguen caminando. Te preguntas cómo estás dispuesto a darlo todo por quien no es capaz de mirarte a los ojos para despedirse de una vez por todas.
Me siento un turista en mi propia vida, como si siempre estuviera de paso, como si nunca acabara de encontrar un lugar en el que cerrar los ojos y sentirme tranquilo conmigo mismo, como si estuviera condenado a no tener a nadie que quiera acurrucarse contra mí en una noche de viento.
Las ojeras me responden con dureza en el espejo y tengo que ocultarme tras las gafas con excusas que empiezan a acabarse, tengo que esconderme para no decir una verdad que me consume desde dentro como el fuego griego consumía las flotas en el mar.
Sin ganas ni posibilidades de luchar más, me doy por rendido y por perdido.
Ahora me gustaría conseguir que los recuerdos no me deshicieran, como si estuviera hecho completamente de cera, cada vez que aparecen en mi mente.
Ahora me gustaría ser de piedra y no sentir, ni respirar, ni tener que luchar entre las olas por una bocanada de aire que parece que nunca llega a mis pulmones.
Ahora me gustaría cerrar los ojos y despertar curado, sin sentir un vacío que aprieta hasta obligarme al llanto cuando se van los focos y acabo mi función delante de los demás.
Si al final sólo he sido una pérdida de tiempo, un entretenimiento cuando no había nada mejor que hacer, una opción para alejar un rato esa sensación de incomprensión y soledad que se aferra siempre al cuello y tira hacia el suelo.
A las oportunidades les pasa como a los muertos, que no vuelven una vez se van, que desaparecen para siempre.
No me hacías falta para destruirme, siempre he sabido hacerlo muy bien solo. La única diferencia es que así todo duele más.
No sé, quizá ayer te abracé por última vez.
ME GUSTA