Carroñeros, depredadores ante la desgracia ajena, que huelen la sangre y se abalanzan sobre los restos para repartirse la carne. La aversión que siento cuando veo a los medios regodeándose en la desgracia de las familias se sale de cualquier escala de medición conocida, estoy seguro. No es nada nuevo lo de la poca ética de según qué personas pero siempre me sorprende porque no hay techo, el límite avanza hasta caer por el acantilado.
Los terremotos de información también dejan muertos. Padres, hermanos, amigos, abuelos, que tienen que soportar ver su intimidad expuesta en las pantallas como si no fuera suficiente con pasar por un hecho traumático que te cambia la vida por completo, que te deja frágil y sin consuelo para el resto de los años que te queden en este puto mundo. La jauría ladra, muerde, araña con fuerza y ataca sin piedad y sin control, porque como siempre los efectos colaterales no se valoran lo suficiente.
Tenemos claro que sufre el que se queda, el que tiene que sobrevivir al día a día con la ausencia, con un agujero en las entrañas que no se puede llenar.
Me parece lamentable que se den a conocer detalles pormenorizados de un padre, una madre y sus relaciones, de sus trabajos, de sus compañías, de sus abuelos, tíos y primos, de sus problemas, de sus costumbres. Como si fuera necesario, como si necesitáramos conocer la vida privada de una familia recién golpeada por el dolor. Como si fuéramos alguien para juzgar la vida de otros sin habernos lavado las manos y la boca antes. Como si la opinión pública necesitara para su desarrollo normal datos que sólo atañen al ámbito judicial y a quienes están inmersos en la instrucción del caso.
Y siento náuseas, de pensar que hay buitres observando datos de audiencia, refrescando las estadísticas de una página web, viendo subir el número de retuits o de posts compartidos.
Siento asco por una parte del mundo periodístico que no tiene corazón y también rabia porque nunca se aprende, nunca deja de sacarse tajada de este tipo de crímenes y al final todo se trata del mismo modo sensacionalista sin importar que te llames Miriam, Toñi, Desiré, Marta del Castillo, Ruth y José, Diana Quer o Gabriel.
Siento repulsión al ver que todos nos creemos jueces, abogados, criminólogos y policías, y echamos por la borda la labor de quienes ponen todo su esfuerzo y medios en trabajar de la mejor forma posible ante la presión que supone un caso como este.
Siento impotencia por ver cómo se trata la muerte de un pobre niño de ocho años, porque a estas horas habrá muchos otros viendo la televisión con sus abuelos/padres/tías/tíos/hermanos/hermanas/cuidadores, aprendiendo a diferenciar lo que está mal y lo que está bien.
Ojalá alguien les enseñe a respetar la privacidad, el dolor de los otros y a no usar la desgracia del prójimo en beneficio propio.
Reblogueó esto en manologoy comentado:
RE- BLOGUEO Y LA INDIGNACIÓN ES COMPARTIDA, PORQUE DESGRACIADAMENTE ESTA RALEA MEDRA IMPUNE EN TODAS PARTES.
Comparto tu indignación.
Completamente de acuerdo. Es repugnante como se trata la información en este país, y mucho más sangrante cuando son crímenes tan dolorosos y situaciones tan delicadas. Yo, personalmente, no sé cómo ciertos comentaristas morbosos pueden dormir por las noches.
Un saludo.