Todo son explosiones y a mí me duele el estómago, la cabeza y las ausencias.
Lo de ganas de vivir suena a algo desconocido para mí.
Te has dado cuenta ya de que sigues fingiendo, que aparentas estar bien cuando por dentro eres todo arenas movedizas, que todavía intentas sostener el peso del mundo sobre tus hombros pero ya no resistes como antes. Nos desgastamos mentalmente como se desgastan los huesos de un anciano, sin que le des importancia hasta que empieza a latir el dolor en las articulaciones.
Nos damos cuenta de las situaciones casi siempre demasiado tarde, cuando estamos con el agua al cuello y es difícil ya buscar una cuerda que nos saque del agua antes de comenzar a tragar líquidos y morir de una manera parecida a la que nacimos, encogidos en nosotros mismos y sin poder respirar. Vamos haciendo nudos allá donde pisamos, volviéndolo todo complejo y enmarañando los cables hasta electrocutarnos.
Yo no puedo luchar más, voy a dejar que llegue la primavera y las lluvias de abril hagan conmigo lo que tengan que hacer: dejarme en la orilla, arrastrarme hasta el mar, convertirme en un estúpido mensaje dentro de una botella de vidrio.
Dejo ya de gritar porque no tiene sentido hablar en voz alta sin un público atento.
Dejo ya de correr porque no vale la pena esforzarse sabiendo que no vas a llegar.
Voy a dedicarme a mirar por la ventana hasta que las noches empiecen a encenderse con los meteoritos y el mundo huela a azufre, hasta que se me borre la memoria como un disco duro, hasta que no pueda mover las piernas porque ya no sepa hacerlo.
En otra vida trataré de no instalarme en la desidia cada domingo por la tarde pero mientras tanto voy a hacerme un café y a morir un poco, que es lo único que se me da bien.
Eres afortunado… algo se te da bien…
Todos nos sentimos así a menudo… pero no te instales en ello.
Transmites muy bien.