Está el planeta como para no leer los periódicos, como para que crezcan bosques en medio del desierto y se seque el lago Onega. No sé si esta es la realidad o estamos respirando ya en una realidad paralela en la que todo lo imposible está sucediendo.
Situados a un paso de que vuelva la Santa Inquisición, el garrote vil y las opiniones no puedan compartirse en voz alta.
Crece el odio, se nos va el pulso y el murmullo entre la multitud no cesa. Desde arriba siguen riéndose de nosotros, que peleamos sin razonar, que no vemos el fondo real que hay en todos los problemas, que sólo cosemos parches que no solucionan nada, que nos dejamos guiar por consejos de sabios mentirosos. Nos han atrapado en una red de ciegos que pueden ver, de mudos que pueden hablar, de sordos que pueden escuchar pero no quieren.
Me siento cada vez menos humano y más pájaro, porque sólo quiero volar lejos de tanta insensatez. Me siento cada vez más despegado de la tierra y la gente que me rodea. Me siento cada vez más decepcionado con la vida, porque la muerte nunca falla.
Se nos van los años sin atrapar sueños con las manos, dejamos que el mundo gire sin tratar de frenarlo, nos tapamos los ojos ante la belleza porque no estamos acostumbrados a tratar con ella.
Si al final lo único que quiero es llevarte entre mis brazos todo lo lejos del resto del mundo que sea posible. Encender la estufa, contarte historias con las llamas reflejándose en nuestras pupilas dilatadas, abrazarte por la cintura, que sea verano siempre que nuestros cuerpos se encuentran.
Ojalá todo fuera tan fácil como cuando me obligas a dejarte sin ropa o buscar refugio en la oscuridad cuando estás conmigo.
Ojalá todas las guerras fueran entre sábanas y saliva en la piel.
Ojalá todas las balas fueran besos sin piedad.
Ojalá todos los gatillos fueran te quieros.
Ojalá todas las miradas fueran la tuya.
Está el planeta como para convertirnos en Bonnie and Clyde, y huir de los demás pero nunca de nosotros mismos.