La garganta llena de nudos por los que no pasa la saliva, ni el aire.
La sensación de angustia permanente.
La falta de religión que nos de todas las explicaciones que no nos da la realidad.
El exceso de yoga, gimnasio y drogas de colores.
El superávit de información, ruido y sentimientos.
El ir desnudo por la vida, sin mentiras, sin necesidad de ocultar nada.
Hay lobos aullando al mismo tiempo a la luna y dicen que nunca antes había pasado, pero quién sabe, hoy en día todo está del revés.
Vivimos en medio de un caos insoportable, en una espiral de voces sin sentido, de cuadros abstractos y arte callejero. Nos han puesto tan bien la venda sobre los ojos que ni siquiera nos planteamos alternativas para cada uno de nuestros problemas. Acabamos siendo villanos, cómplices, por culpa de la desidia, por ver cómo da vueltas la noria sin intentar bajar de ella.
No sé si damos más asco que pena.
No sé si vamos a bajar del barco o a seguir remando.
No sé nada, sigo sin saber nada.
Hace años que todo me viene grande, que no puedo comprender la ceguera en la que vivimos, que no dejo de lamentarme una y otra vez.
Somos polizones en un mundo que debería ser nuestra casa.
Somos extraños en los brazos de quien debería ser nuestro amor.
Somos animales de compañía más salvajes que la mayoría de mamíferos.
Somos el miedo hecho carne y huesos.
Somos veneno en los labios de quien más queremos.
Somos hierba muerta.
Y no me queda más remedio que poner música, apagar la luz, cerrar los ojos, dejar que todo gire sin que pueda evitarlo. El mundo hace su ruta por el sistema solar y el dinero se mueve de un bolsillo a otro, y las vidas se van como se va un caramelo en una clase de primaria.
No me queda más remedio que besar lento y respirar por los dos, arrancarte la ropa con los dientes, prepararte un hueco a mi lado, cuidarte hasta que no pueda hacerlo, esperarte en el andén, cerrar las ventanas con el temporal, encender la hoguera, cuadrar el círculo, visitarte en sueños, beber de tu boca.
Y escribir, romper las páginas, vivir en bucle, llorar a solas, caer rendido.
Esperar el final.
Pero no el nuestro, ese no.