Tú y yo somos almas perdidas, por eso nos acabamos cogiendo de la mano, nos bebimos las ganas, nos usamos a ratos. Nos encontramos en un páramo en mitad de nuestras vidas y no pudimos evitarlo, sin que existiera nadie más, sin que importara nada más, sin medir y sin pensar.
Es cierto eso de que los seres humanos somos animales, y tenemos instintos primitivos, y a veces llega alguien que te hace coger impulso y saltar más lejos de lo que nunca antes habías saltado, romper todas las normas, creerte alguien de nuevo.
Tú y yo somos balas perdidas, por eso nos acabamos tropezando, se nos cayeron los papeles de la mano y los perdimos todos, uno a uno, hasta quedarnos completamente desnudos. Nos olvidamos de quiénes éramos y dónde estábamos y el lugar que debíamos mantener cada uno.
Es cierto que nos pasa con frecuencia, que nos perdemos entre las páginas de un libro y no podemos dejar de escuchar una canción, y a mí me pasa contigo. Eres todas y cada una de esas historias que no me canso de leer y de inventar, eres todas y cada una de esas melodías que no me canso de escuchar y de cantar en voz alta, sin ningún tipo de vergüenza.
Tú y yo somos armas prohibidas, por eso herimos a diestro y siniestro y sólo podemos curarnos el uno al otro, somos pócima y ungüento, dioses nuevos y viejos a la vez. Nos chocamos en una esquina cualquiera para no tener que separarnos nunca más.
Y todavía hay quien no cree en el destino, ni en esa especie de suerte necesaria para que alguien que se cruce en tu camino llame de alguna manera tu atención, te fijes en ella y no puedas apartar la mirada de sus ojos, y quieras probar sus labios al segundo después de saber su nombre y no tener que abandonarla nunca más.
Y lo perfecto que es eso, lo bonito, lo absolutamente maravilloso que es toparse con alguien así y disfrutarlo, y aprovecharlo, y no dejar escapar ninguna oportunidad, porque no nos damos cuenta pero hoy estamos vivos, aún respiramos, y mañana no sabemos qué pasará.
Yo no quiero lamentarme, ni tener que preguntarme por qué no hice esto o aquello cuando tuve la oportunidad, yo no quiero tener que reprocharme a mí mismo por qué no fui valiente, por qué no me atreví, por qué no lo intenté hasta quedarme sin fuerzas.
Y es que sí, somos personas de esas que sólo se encuentran una vez a lo largo de los años, esa mitad que algunos dicen que nos hace fata y que necesitamos para estar completos.
Yo es que no he tenido nunca dudas, tengo claro que vagaríamos por el mundo entre librerías viejas y polvo en los zapatos, entre calles estrechas llenas de adoquines y sol bajo, entre café y humo, entre la risa y el silencio, entre besos largos, abrazos y ojos cerrados.
Somos almas perdidas, quizá también en otras vidas.
Sólo espero que en las siguientes me elijas a mí.