¿Sabes qué pasa?
Porque yo no. No entiendo nada de un tiempo a esta parte, no te entiendo a ti, ya no me dejas hacerlo.
Estoy lleno de esa rabia que sólo se quita con tus besos, mordiendo tu carne, gimiendo en tu oído.
¿Sabes qué pasa, vida?
Que me niego a tirar la toalla, a desistir, a olvidar este intento. Quizá es que para ti es más sencillo rendirte, pero yo no tengo nada que perder. No es ganador el que nunca pierde, sino el que nunca deja de intentarlo.
Ya está bien de lamentarse en lugar de seguir escalando mirando hacia el cielo. A veces, veo tus ojos en medio de miles de constelaciones, escucho tu voz entre los estribillos de mis canciones favoritas, siento tus manos acariciarme en forma de brisa estival.
¿Sabes qué pasa?
Que no es el momento de sentirse abatido, que quiero seguir convirtiéndome en cenizas de tu mano, que espero las lluvias de otoño mojando tu pelo.
¿Sabes qué pasa?
Que sólo somos tú y yo, y la eternidad.
O no, quizá sea algo más efímero, convertirnos en polvo o quedarnos de piedra. Quizá sólo tenemos que ser como fuegos artificiales en una noche helada.
Ojalá lo supiera, ojalá pudiera decirte que todo irá bien y que no habrá problemas. Pero hay cosas que sólo se saben si abres la boca y hablas aunque te tiemble la voz, y los labios, y todos los miedos en la cabeza.
Ojalá tuviera el poder de ver el futuro y el poder de borrar la indecisión de tu vocabulario y la distancia gélida que usas como arma, como si fuera a ser la solución a algo.
Pero no es lo importante, lo relevante es tener motivos para seguir, buscarlos, tratar de alzar el vuelo, cogernos de la mano.
Joder.
Lo importante se reduce a un beso tuyo antes de dormir.
¿Sabes qué pasa, vida?
Que sin ella me estoy muriendo.