A cientos de kilómetros.

Miraremos atrás y sólo seremos capaces de ver el daño, las marcas que dejamos en los árboles y los muros.

Miraremos atrás y sólo quedarán sueños rotos llenando el camino, las despedidas, la sangre en el suelo del lavabo.

Miraremos hacia adelante, y no tenemos nada claro qué es lo que habrá. Pero a mí, probablemente me quede una casa vacía, y el frío interno contrastando con el calor asfixiante del mes de agosto alrededor.  No tengo claro si todo estará plagado de tristeza o de rencor, o de pura rabia quemándome las vísceras.

Si ya todo está perdido no sé por qué intentamos fingir que hay algo que salvar como si el barco no estuviera hundido desde hace mucho, como si no nos hubiéramos convertido la piel en jirones hace tiempo.

Nos hemos derrumbado sin esperar al huracán. Hemos dejado de mirarnos con sinceridad y ya lo hemos dado todo por perdido.

Y es que ahora mismo me siento como si estuviera a cientos de kilómetros de ti, recolocándome los huesos, muriéndome por dentro, tratando de hacer algo que no debería.

Es tan irónica la vida que acabaré abandonando a quien me tenía que salvar; y no sé cómo tomarme este cambio de papeles.

Me he quedado sin fuerzas, ni ganas de luchar.

Ya he entendido que perseguir imposibles no tiene ningún sentido, y que tú eres el mío. Ya he aprendido que soy el número uno en fracasar, que soy experto en conformarme con migajas.

Ahora que  vuelvo a estar fuera de lugar, sin poder encajar en ningún sitio, voy a sacar mis viejas botas, a ponerles los cordones, a sacarles algo de brillo, a colocármelas y sujetarlas con fuerza.

Me toca empezar otro viaje, uno que me lleve lo más lejos que pueda, lo más lejos de ti.

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