También hay que ser valiente para irse de quien te quedarías de por vida.
Es cuestión de tener un poco de amor propio, apretar la mandíbula y comenzar a caminar solo.
Lo importante es que me has enseñado que no es suficiente con querer a alguien, que para que una relación crezca hace falta mucho más. Entrega, ganas y, sobre todo, reciprocidad. Si te ves dándolo todo por alguien sin que te devuelva lo mismo puedes irte de ahí. O no te quiere o, al menos, no lo hace de manera suficiente. Y no, no te preocupes, probablemente no sea culpa tuya.
Y no sé qué es lo que nos pasó a nosotros, pero yo siento que he ido remando todo este tiempo por los dos sin que tú quisieras llegar a ningún destino conmigo. Siento que he puesto la otra mejilla una y otra vez. Siento que eras mi centro y yo para ti sólo un pueblo más de la periferia. Y que vuelvo a ser la autopista en medio de la nada que no lleva a ninguna parte.
Te prometo que tus ojos se habían convertido en mi color favorito, y que eras la letra de casi todas las canciones. La magia concentrada entre tanto universo de cartón.
Yo que quería pasar la vida a tu lado, y tú sólo me has entregado algún rato por el que dar las gracias y sentirme afortunado.
Ojalá las circunstancias hubieran sido diferentes. Ojalá yo hubiera sido diferente, un poco más cabrón, más cínico, más hijo de puta. Aunque no te lo merezcas. Me hubiera gustado serlo sólo para protegerme, no porque tenga nada que reprocharte.
Supongo que tengo que volver a meterme en la coraza, a hacerme el distante, a morirme de ganas. Supongo que tengo que vaciarme una vez más por dentro, esperar a que vuelvan a llenarse de flores secas mis costillas.
Dejarse llevar estuvo bien, volver a la realidad no tanto.
Sigue con tu vida, a mí me toca empezar de nuevo la mía.
Y ya he perdido la cuenta.
Reblogueó esto en Veinticuatro horas en el suelo.