Ha vuelto la nostalgia infinita del domingo por la tarde y el echar de menos tus piernas rodeando mi cintura. Los pies tocando el suelo frío, recordándome que sigo vivo por los pelos, que pude irme de este mundo aquel día que me detuve en medio del puente dispuesto a saltar.
Noto los ojos rojos por culpa del alcohol y de leer una página tras otra buscándonos en cualquier historia. Me duele la garganta de gritar para que vuelvas, e iría de nuevo a nuestro lugares si fuera a encontrarte, si supiera que no te has ido para no volver.
Si te encuentro en alguna parte te diré sin temor que nadie cogió mi mano como lo hiciste tú, que no pude nadar en ningunos ojos como lo hice en los tuyos, que no me sentí tan seguro de nada en la vida como lo estuve de quererte.
Y que después del amor queda la desolación.
Sentimientos emborronados.
Vísceras por el suelo.
El vacío.
Y no nos dimos cuenta de que la culpa fue nuestra, de que el daño nos lo hicimos nosotros mismos por tensar la cuerda y disparar la flecha.
Nos hemos perdido el uno al otro y hemos vuelto a encontrarnos a nosotros mismos.
He vuelto a ser capaz de salir de la cama por las mañanas sin esperar tu voz al otro lado del teléfono, sin depender de tu sonrisa, sin necesitar tus manos en mi nuca, ni tus besos cada vez que te emborrachabas. Y ya no necesito del volcán que te quemaba siempre por dentro, de tu rabia acumulada, de tus celos enfermizos.
He vuelto a coger la libreta y escribir la vida de otras mujeres que no son tú, he vuelto a imaginar que alguien me quiere y puedo ser feliz.
Y en medio de todos esos pensamientos aparece ella. A ella le da igual mi pasado, los nombres que surcan de vez en cuando mi mirada, el dolor que siento a veces en las costillas, que me acurruque bajo las sábanas cuando algo me atormenta, que no me gusten las mismas cosas que le gustan a ella, que necesite romper un par de hojas cada día, que la mire en silencio cuando no se da cuenta.
Y me abraza por la cintura y me besa en el centro de la espalda y siento que aspira mi olor, y que se refugia ahí mismo. Y entonces te olvido y puedo sonreír.
Me giro, la cojo de la mano y miramos juntos por la ventana el futuro incierto.
Estoy tranquilo otra vez, ya te has ido.
Hasta la próxima.