No es contra el mundo contra lo que tenemos que luchar.
Hay que luchar contra el miedo.
El miedo sí que es nuestro enemigo, muchas veces el peor. Es lo que nos atenaza, lo que nos impide romper las cadenas y cruzar a nado el desierto. Parece mentira que no nos hayamos dado cuenta de que somos capaces de cualquier cosa, y que a veces usamos el temor a la incertidumbre como excusa tras la que escondernos y quedarnos a resguardo. Nos gusta demasiado tener cuatro paredes entre las que quedarnos aunque lo que hay afuera nos atraiga como un polo negativo atrae a un polo positivo, como se atraen todos los opuestos, como nos atraemos tú y yo.
Y, ¿sabes?
Si hay algo que nunca vuelve es el tiempo, si hay algo que una vez pasa se esfuma para siempre es el tiempo. Si hay algo que no podemos permitirnos perder es el tiempo, porque se va detrás de cada vuelta de las manillas al reloj y desaparece, se nos escapa entre los dedos como se escapan siempre nuestras ganas.
Y todo lo que se marcha no sabemos nunca a dónde va.
Qué complicado.
Me obligas a ponerme serio, mirarte a los ojos, hablar claro y dejarte temblando. Lo mismo que haces tú conmigo sin necesidad de separar los labios.
Ojalá tuviéramos establecido el camino y nuestra tarea consistiera sólo en seguirlo sin pensar, pero la vida es una gran tela que tenemos que ir llenando con nuestras manos, que tenemos que ir salpicando de pintura y acuarelas, de letras, de lágrimas, de notas, de nudos en el estómago, de errores, de besos, de cometas en el agua y mareas en el cielo.
La vida es un lienzo que cuando acabamos no podemos ver, y queda para el resto.
Nuestra obra de arte.
A título póstumo.
Te digo una cosa. Podemos quedarnos aquí, mirando al infinito, esperando a que algo pase, o podemos atarnos los cordones y salir a buscar lo que queremos.
Yo ya estoy preparado.
Coge mi mano.
Contra nuestros propios pensamientos… Saludos.