Las tardes sin ella eran como rapsodias tristes de piano. Y suponía que una vida lejos debía estar cerca de sonar como el Réquiem de Mozart y que podría llegar a destrozarme el alma. He sido capaz de enterrarme en kilos de libros con tal de no pensar, de cerrar los ojos durante horas bajo el agua fría de la ducha hasta sentir que se me congelaban las ideas y los sentimientos, de poner la música tan fuerte que me dolían los oídos, de llorar tantas horas que se convirtieron en días, de gritar con tanta rabia que ya no quedan telarañas.
Porque pocas cosas duelen más que un adiós cuando no quieres pronunciarlo.
Pocas, por no decir ninguna.
Llega un momento en el que te preguntas qué hacer cuando cada paso acaba en falso o en decepción, cuando el destino lleva riéndose de ti desde que eres consciente de que el mundo giraba sobre un eje algo torcido. Supongo que cuando te enamoras de verdad estás tan indefenso como un niño, y tienes su misma inocencia, y entonces es cuando corres el riesgo de que te hagan el mismo daño que les pueden hacer a ellos.
Y qué putada, porque a ver cómo te proteges de eso, de lo que no eres capaz de ver venir, de que te haga daño la única persona en el mundo que no quieres que lo haga.
Después de eso la rutina se reduce a respirar y dejar de creer en nadie.
Olvidar no se olvida, sólo se arrinconan los recuerdos, se dejan dormidos pero siempre están dispuestos a despertar para herirte cuando menos te lo esperas, para borrar la única sonrisa que has tenido en todo el día, para hacerte sangrar un poco más porque nunca es suficiente.
Casi nunca hay consuelo, ni verdad absoluta, ni curaciones milagrosas, pero es que lo complicado, lo admirable, lo valiente es arriesgarse sin saber si vas a ganar. Lo otro, lo de saltar cuando no hay caída libre, cuando sabes el resultado final, cuando no hay más incertidumbre que la que quieres inventar. Eso, es de perdedores.
Pero qué aburrida sería la vida si nos resignáramos, si aceptáramos la derrota a la primera, si dejáramos las balas para siempre en la coraza en lugar de quitarnos el polvo, secarnos las lágrimas y salir a patear las calles para buscarla de nuevo.
Sin arriesgarse y lanzarse hacia lo desconocido con la esperanza de encontrarse un tesoro desconocido, no se vive, sólo se subsiste. Un gran abrazo para un gran escrito.
diría un amigo si no lo tenemos lo buscamos si no lo encontramos la hacemos y si si no lo podemos hacer lo inventamos la cuestión es que el cliente se vaya satisfecho ese es nuestro lema, definiciones que se pueden trasladar a muchas situaciones, gracias muy buen desarrollo gracias por compartirlo