¿Te imaginas que conoces a alguien y todo sale bien?
Yo tampoco.
Creo que algunas personas estamos programadas por defecto para meter la pata, para que se nos tuerzan las cosas, para que en el último momento todo se trunque y nada vaya como debería ir. Supongo que algunos también tenemos un imán para las tragedias, para los dramas sin mucho teatro, para las canciones tristes y los escritores malditos. Supongo que algunos estamos impregnados en absenta, tinta y papel.
Nos hicieron así, bohemios, defectuosos, incompletos, inconformistas.
Incomprendidos.
Nos hemos convertido en lo que queda, en las sobras de amores de antaño, en cartas rotas que escribían una historia que ya es imposible de leer. Somos recuerdos de épocas que nos parecen mejores pero que tampoco lo fueron. Somos lo que queda de aquellos veranos de recorrer caminos en bicicleta sin preocupaciones en la cabeza, de saltar desde la cascada sólo para sentirnos vivos y alejar el miedo que tendría que llegar en algún momento inespecífico del futuro.
Y llegó antes de tiempo, lo de abrazarse en la oscuridad bajo las sábanas, lo de mirar por la ventana y ser incapaz de sonreír, lo de callar siempre y aguantar, las pesadillas, abrir los ojos en la madrugada, sentir el corazón salirse del pecho, llorar siempre a escondidas, fingir que todo va bien, encogerse de hombros y asentir.
Pero seguimos pensando que algo acabaría cambiando, que habría más trenes y estaciones.
Por eso resistimos.
Decidimos levantarnos cada día, borrar el rastro de las noches trágicas con agua corriente, colocarnos el reloj en la muñeca, mirarnos al espejo, atarnos los cordones, tragar saliva y salir a la calle como si no tuviéramos problemas.
Y es que el problema somos nosotros mismos, nuestro propio némesis.
No me voy a perdonar nunca esta incapacidad para elegir lo correcto, ni la mala suerte, ni el fracaso constante.
Prometo que esta vez quería que fuera fácil, hacerlo fácil, que fueras tú.
¿Te imaginas que un día somos felices?
¿No?
Yo tampoco.
Tal vez yo peque de ingenuo y deban darse mucha casualidades para que pase, pero me gusta creer que hay relaciones que funcionan. La esperanza es lo último que se pierde. Un abrazo.