Buscar distracciones, cualquier cosa que nos impida pensar en nuestros problemas durante unos minutos, durante unas horas, o aunque tan solo sea durante unos efímeros segundos. La cuestión es alejar de nuestras mentes todo aquello que nos hace sentir pequeños, que nos obsesiona, que nos va haciendo sangre sin que nos demos cuenta. Bucear entre las páginas de mil libros, tener los ojos rojos de tanta televisión, ordenar ropa, dejar que los dedos acaricien las cuerdas de una guitarra hasta sacar una canción que se te resiste.
Cualquier cosa sirve cuando quieres respirar sin nada que te pese en el alma, sin nada que te remueva la conciencia, sin nada que te quite el sueño.
Escribo muchas veces como vía de escape, y al final acabo consiguiendo lo contrario. Acabo hablando siempre de mí. Y en lugar de servirme de terapia y de ayudar a que me cure, sólo me sirve para ser consciente de mis fallos, de mis errores y de todo lo que me hace daño en el día a día.
Sólo me sirve para tirarme fango encima y cegarme el camino.
He acabado por convertirme en esa clase de personas que se regodea en su propio dolor, que cree que sólo a través del sufrimiento se puede aprender a vivir de verdad. He acabado por ser igual que tú, alguien que busca la excusa para quedarse con la peor parte y así poder tener algo de lo que quejarse.
Supongo que no nos han enseñado a ser felices, que cuando vemos una flor en lugar de cuidarla tenemos que aplastarla, que no sabemos apreciar la belleza de nuestros besos ni las palabras que se dicen con el corazón y los labios sellados, que no tenemos ni idea de lo que cuesta tener un orgasmo en el cerebro mientras alguien te acaricia la piel, que estamos equivocados por empeñarnos en todo aquello que no podemos tener, que desperdiciamos las mejores oportunidades, que nos abrazamos a un futuro negro cuando tenemos la luz a nuestro alcance.
Y lo importante es aprender que estamos solos, y que tenemos que aprender a vivir con ello. Lo importante es tener claro que nadie tiene la solución a nuestros problemas, que no somos la llave del paraíso para alguien, que no tenemos la vida de ningún otro en nuestras manos, que no somos el parche de algún roto, que no somos parte ni órgano importante.
Lo importante es abrir los ojos y saber que no habrá rosas frescas esperando por ti.
Lo importante es cerrar los ojos y entender que nadie hará que nos crezcan alas.
Me pregunto si dejaré de ser en algún momento un te quiero de segunda mano.