Año 58.

Recorrer el Malecón a media tarde cuando se llena de gente que pesca, ríe y baila, beberse una Cristal en el hotel Nacional mientras un trío canta boleros, tomarse un mojito en la Bodeguita del Medio al tiempo que fumas un habano, entrar en la plaza de la Catedral y sentirte en Castilla, tragar humo negro al caótico ritmo de los coches americanos, pasear por la Habana vieja y su olor a fruta demasiado madura, ver el Capitolio y sentirte pequeño, entrar en el barrio chino sin ver a un solo chino, escuchar el son cubano al hablar, que cualquier desconocida te cante y quiera sacarte a bailar, perderte por las calles de Vedado, ver a los niños ir a la escuela de uniforme con una sonrisa, pagar 5 CUC y comer hasta reventar en el Vampirito, buscarte la vida para poder conectarte a internet, beber zumo de guayaba, disfrutar de los colores y de los edificios en ruinas, que la bandera de Cuba sea tu nuevo símbolo de identidad, hacer cola para todo sin desesperar, ser amable con cualquiera que se cruce  en tu camino, echarte ron y canela en el café, ver jazz en directo con el mar de fondo, que todo el mundo te pregunte de qué parte de España eres, calarte hasta los huesos con el primer frente frío de Diciembre, ver el valle de Viñales desde el mirador a ritmo de salsa, que huela a parrillada y te entre hambre de manera instantánea, caminar por una plantación de tabaco, aprender a beber ron de verdad, pasear de noche por la Plaza de la Revolución, ver poesía en cada lema pintado en la pared, regatear desde que amaneces, caminar por el Castillo de Morro, observar desde abajo el Cristo de La Habana, escuchar una serenata en la Basílica de San Francisco de Asís, beber cerveza en la Fábrica de la plaza Vieja, comprarte un libro por menos de un euro, mandar postales sin saber si llegarán, hacer fotos de cada detalle para no olvidar, caminar por el Mercado de San José y que todos te intenten vender hasta a su madre, que te hablen en cualquier idioma menos en castellano, comer pollo frito en el Plan B, dejar sin Bucanero a todos los bares que pisas, ir hacinado en el 27 y bajar en una calle que no has pisado jamás, pasear por el puerto, ver una iglesia ortodoxa donde menos te lo esperas, esquivar los taxis-bici en todas las esquinas, comer coco, cambiar euros en todas las CADECA, pensar en Hemingway cada vez que nombran un daiquiri, tener ganas de escribir a todas horas, que el blanco sea blanco, que la arena se quede solo playa, dejar que el océano más limpio te lama las heridas, ver artesanía en cada puerta abierta, comer tasajo y ropa vieja, dar de comer a los perros callejeros, observar la vida paralela, cruzar cada calle arriesgando tu vida, beber piña colada, que cada persona que conozcas te cuente su historia, robarle una caracola al mar, conocer la distancia en cuadras a cada sitio, ver sin creer la Necrópolis de Colón, esperar horas en un aeropuerto que huele a siglo XX, café y tabaco.

Que se disipen las dudas, relativizar el tiempo, la existencia y nuestras ganas de explotar, escapar del día a día, encontrar la felicidad en otros rostros y no necesitar nada más.

Llevar un país, un espíritu y una forma de ver la vida para siempre en el corazón.

Año 58 de la Revolución.

Ojalá alzar el puño contigo, besarte después y ser libres para siempre.

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