Inexperto.

Te escuecen de nuevo los ojos y te arde la garganta. Has vuelto a llorar, has vuelto a dejar que te desborden las emociones y a pesar del llanto, de dejar que las lágrimas mojen la almohada otra noche, de permitirte romperte en medio de la oscuridad y el silencio sin tener a nadie que te abrace, no has logrado conseguir nada. Lo cierto es que sientes que no sana, que no cura, que hay heridas que por más que pase el tiempo eres incapaz de cicatrizar y olvidar. Pasas la yema de tus dedos por encima de ellas, de las letras de su nombre, de su mirada perdida en las fotos.

Ella siempre está tan lejos, tan distante, con la mente en otra parte. Y tú sigues teniendo ese aire de culpa y pena en los suspiros. Sigues con el corazón encogido, nervioso ante cada pequeño cambio, ante cada detalle que de pronto desaparece de tu día a día para pasar a segundo plano.

No hay expectativas, ni futuro posible, ni solución a tus problemas. Y podrían caer todos los astros a tu alrededor ahora mismo y te daría igual porque tienes cosas más importantes en las que pensar. Crees que quien te tiende la mano es en realidad tu enemigo, y no te dejas querer por miedo a estar bien de una vez. Temes darte cuenta de que has estado equivocándote durante media vida, temes darte cuenta de que has eternizado un error que se solucionaba de un portazo.

No sé tú pero yo soy inexperto en sincerarme contigo.

Inexperto en dejar que me quieran.

Inexperto en darme por vencido.

Inexperto en besarte con los ojos cerrados.

Inexperto en cogerte la mano sin tener miedo.

Inexperto en pedirte que vengas.

Inexperto en aguantarte la mirada.

Estoy asustado, agotado y hundido.

Pero sé que todavía no he empezado a caminar, supongo que te estoy esperando.

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