El reflejo de unos ojos en la sombra que no veía desde hace años, la silueta más que conocida de una mujer que había dado por muerta mucho tiempo atrás. Harvey Williams se queda parado en medio de la calle, medio oculto tras la noche, sintiendo su respiración empañando el aire que lo rodeaba. — ¿Daphne? —El hombre frunce el ceño y camina hacia ella con las manos en los bolsillos. La escasa distancia le hace saber pronto que sí, que su instinto no falla, que su olfato de sabueso sigue intacto. Casi esboza una sonrisa entre su maltrecha barba pero se detiene a tiempo, después de tantos años no va a recibirla con los brazos abiertos.— Creía que te había enterrado. —Y esa herida aún le duele, por eso no es algo en lo que vaya a ceder. Se mantendrá estable, en pie y compuesto, al menos el mayor tiempo posible. Intentarlo también es de valientes, dicen por ahí.
— Ya ves que sigo viva. —La voz de ella casi le suena con desdén, pero sabe que no es más que su cabeza jugándole una mala pasada. Sigue igual que tiempo atrás y eso le desconcierta, sigue igual salvo ese nuevo color de pelo que ahora es más oscuro, y afila sus facciones. — Si tienes tiempo te contaré la historia. —Harvey mira su reloj, como si a aquellas horas de la noche le importara mucho el ritmo que llevara el segundero en su esfera blanca. Vuelve a meter las manos en los bolsillos y le hace un gesto con la cabeza. — Si me invitaras a un café estaría mejor. Me duelen estos zapatos. —Aquel comentario obliga a Harvey a mirar sus piernas, unas piernas infinitas que se acaban en un par de zapatos negros de tacón afilado. Piensa en responderle con un no rotundo, pero nunca ha sido tan descortés. No es su estilo, simplemente. El hombre carraspea, un claro signo de inseguridad que lo delata. Has fallado a la primera.
— Un café no es pasar la noche. —La avisa, toma esa precaución porque conoce a Daphne, la ahora castaña es ese tipo de mujer que siempre consigue lo que quiere con una simple mirada. Ese tipo de mujer que con el primer pestañeo tiene a veinte hombres a sus pies. Y además, es ese tipo de mujer que lo sabe y que aprovecha la situación. — Vamos. —De momento prefiere callar, prefiere caminar junto a ella por las calles vacías y llegar a su casa sin apenas volver a separar los labios para decir algo. El silencio es un pilar importante en la vida de Williams y la mujer que ahora tiene a su lado lo sabe de sobra. Lo es desde que se conocieron hace diez años. Y llevan ocho sin saber nada el uno del otro.
¿Alguien puede fingir su propia muerte y desaparecer del mapa con tanta facilidad? Para Harvey es algo inconcebible, pero ha visto tantas cosas que ya no sabe distinguir la realidad de la ficción. Busca las llaves en su abrigo y abre el portal. — Creo que está todo igual que la última vez que te fuiste. —dice él cuando pasan a su casa y cuelga el abrigo y el sombrero en un perchero. Mismos muebles, mismas vistas, misma taza de café medio vacía.
— Antes olía a mi perfume. —replica la morena, y para qué mentir, lo ha desmontado con una frase. Daphne ha vuelto.