Óxido.

Afuera llueve y el cielo gris me invita a pensarte. Los ojos glaucos del gato miran a la calle desierta mientras olisquea los aromas que trae el viento hasta aquí adentro. Las nieblas sobre las montañas me hacen recordar todo lo que fuimos y nos encargamos de destruir. Otro día que tengo que abrir la botella para quitarme el miedo y calentarme las entrañas.

Observo las fotografías de aquella chica desaparecida en el periódico, y pienso en todos esos que de pronto se esfuman de sus vidas y no vuelven nunca más. Con una sonrisa ladeada llena de tristeza dejo el diario doblado sobre la mesa y apago la radio, que sigue contando noticias que se repiten constantemente.

Una leve brisa me eriza la piel, y así no puedo pensar en otra cosa que no sea en ti. En tus besos en el cuello, en tus manos en la nuca, en tu saliva dejándome huella, en tus palabras abriéndome la piel hasta tocar hueso.

Vivimos en un eterno bucle sin sentido.

Y la nostalgia nunca acaba con nosotros del todo.

Me despierto cada día contigo en la cabeza, y soy incapaz de borrar tu voz de mi memoria y tus manos de mis músculos. Ahora sigo buscando en los libros la manera de olvidarte, sigo esperando que alguna canción de Bon Iver me diga qué hacer conmigo. Cómo reciclarme, cómo recuperarme poco a poco, cómo caminar sin tener que mirarte en las fotos.

No sé si algún día volveré a estar curado, no sé si me atreveré a querer a alguien sin protección. No sé si podré pasar de nuevo la barrera sensorial con alguien que tenga otro nombre. Ahora es cosa mía, lo de contenerme, lo de no volver a caer, el mantenerme abstemio. No quiero tropezar de nuevo.

Miraré al frente tratando de sonreír, pensando que todo fue mentira. Deshaciendo cada nudo que creé contigo para soltar la cuerda y dejar que tú también sigas viviendo.

La niebla entre las montañas me remueve por dentro, me deja inestable y débil, como cuando estabas a mi lado. Con la lluvia todo se oxida, y nosotros que tenemos el corazón de metal caminamos ya por la vida chirriando. No quiero volver a hacer daño, no quiero volver a tocar y destrozar nada, no quiero rozarte y que te vayas a romper como la porcelana.

Y es que es ahora, después de un tiempo, cuando salen a la luz todos los miedos, cuando florecen las semillas más raras, cuando entre las cenizas de un incendio crecen los árboles más fuertes.

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