A ella le daría hasta mi café.
No hace falta que nadie me pregunte qué estaría dispuesto a hacer por ti, porque lo llevo grabado en los ojos. Es una de esas cosas en las que sobran las palabras, porque al verbalizarlo todo parece poco comparado con la verdad, con lo que va por debajo de la piel.
Yo sólo sé que me has vuelto a tocar y tengo el alma del revés, y que cada día que pasa me hago más grande contigo al tiempo que me siento más pequeño.
Podría ser todo tan sencillo. La vida fácil que nos vendieron durante los años veinte, los vaqueros y las camisetas blancas de los rebeldes sin causa aparente. Esa vida asequible que predican que hay en los mares del sur.
Podría ser todo tan simple como elemental, querido Watson.
Me conformo con verte cerrar los ojos cada noche.
Me conformo con pelear contigo por la manta las noches de invierno.
Me conformo con tener que hacer otra vez la compra para dos.
Me conformo con leer los domingos por la tarde con tu cabeza apoyada en mi hombro.
Me conformo con que nos valga con no hacer nada.
Y seguir respirando sea suficiente para los dos.
Hemos creados templos y dioses que no valen la pena, y nos hemos olvidado de las personas. De tocarnos más y mentirnos menos. De mirarnos a los ojos y cantar sin que desafinar importe en absoluto. De abrir las ventanas y dejar que salga lo malo. De respirar profundo y cerrar los ojos. De recorrer tu cuello y acabar perdido entre tus piernas.
Llevo mal lo de no ser nadie y tener que saltar siempre sin saber lo que me espera.
Ya no tengo claro si he de pedir perdón o atacar otra vez. Si tengo que parar el coche y quedarme a un lado del camino. Si es mejor apagar la hoguera y barrer las cenizas o dejar que todo arda.
Siempre estoy en el sitio incorrecto, descolocado, sin hogar ni rumbo fijo y vas a acabar conmigo antes de tiempo.